viernes, diciembre 14, 2007

La quintaesencia de lo vulgar

No me gusta hablar de dinero. Es considerado vulgar y no me extraña. “-¿Cuánto te ha costado? -Palabras, dinero y hablar con el tendero”. Desde hace siglos los refranes han sido la expresión concisa más descriptiva de la sabiduría popular, del pueblo, del vulgo… vulgar ¿y si somos, por una vez, en este pequeño rincón del castellano, vulgares, pero vulgares, vulgares? Si poco hay más vulgar que hablar del dinero o los refranes ¡vaya una de refranes sobre dinero!

“A la hija mala, dineros y casalla”
Y es que ya se sabe que, aunque cueste, más vale reunir pronto la dote y perderla de vista, si es tan mala…

“De enero a enero, el dinero es para el banquero”
Muestra de la clásica practicidad y el gusto por el realismo español.

“De invierno a invierno, el dinero es “pa” el Gobierno”

Versión política (igual o más cierta) de la anterior

Busto de Vespasiano (izquierda) junto al de Tito (Museo Capitolino, Roma)“El dinero bien huele, salga de donde saliere”
Refrán castellano con solera, entronca con nuestra raíz clásica y con la anécdota del emperador Vespasiano y su hijo, Tito. Se contaba que Vespasiano estaba tan agobiado construyendo el Coliseo (que no vería concluido) que impuso tasas hasta por el uso de las letrinas públicas. Al parecer, Tito le recriminó, preguntándole si le parecía bien obtener dineros gravando tan vergonzosos y privados actos. Al instante, Vespasiano acercó un puñado de monedas a la nariz de su insolente hijo, preguntándole si le olían mal. Tras la negativa de Tito, Vespasiano zanjó la cuestión con un irónico “¡Claro! El dinero no huele”…

“Dinero de suegro, dinero de pleito”
…O “no mezcles familia con negocios”…

“El dinero es como los ratones, que en oyendo ruido, se esconde”
Ya se sabe que las coyunturas económicas, como los negocios, son miedosos y ante el mínimo atisbo de fragilidad, huyen

“Dinero ninguno y mucha fachada: total, nada”
Algo que se dice muy estilado por el Norte, “aparentar”

“Dinero y mujer en la vejez son menester”
¿Quién puede negarse a los cuidados y mimos de una amorosa compañera?¿La cartera?¡Claro! y la parienta

“Mi dinero mudo, ¿quién me lo hizo bocudo?”
Expresión que puede usarse cuando alguien es timado o cuando pierde una suma tras haberse pavoneado de tenerla. “¿Por qué tuve que abrir la boca?”

“Salud, dineros y luenga vida, y el paraíso a la partida”
Aplicable a quien lo quiere todo. Buena salud, dinerito y vida larga para disfrutarla y, tras ella, tener ganado el paraíso.

“Si te dan dinero, tómalo al punto; si te lo piden, cambia de asunto”
¿Necesita aclaración? ¡Adiós!

domingo, noviembre 18, 2007

El catecismo del modismo (I)

Me he propuesto escribir un nuevo catecismo. Será por entregas y responderá, más o menos, a la segunda acepción que el actual DRAE da para esa palabra: “obra que, redactada frecuentemente en preguntas y respuestas, contiene la exposición sucinta de alguna ciencia o arte”. Digo “más o menos” porque no será en forma de preguntas y respuestas y la ciencia o arte no será tal, sino una batería escogida de modismos españoles… ¡y lo bien que va a estar!

“A la vejez, viruelas”
Manuel Bretón de los Herreros, 1796-1873Lo usamos cuando describimos la actitud de personas de edad avanzada en actividades consideradas poco propias de sus años que, por tales, pueden, a veces, resultar peligrosas o perjudiciales. Al parecer, en los siglos XV y XVI se denominaba “viruelas” a todas las afecciones de la piel (a la viruela también, claro). Entre ellas se incluía el clásico acné juvenil, propio de las edades mozas, de ahí que “a la vejez viruelas” relacione la edad avanzada con un mal de adolescencia. La obra de Manuel de Bretón y Herreros, precisamente llamada “A la vejez viruelas”, escrita en 1817 y donde dos ancianos se enamoraban, reforzó literariamente la extensión y significado del modismo. Ya Leandro Fernández de Moratín en su “El viejo y la niña” (1794) había puesto en boca del personaje de Muñoz:

"Si todo el infierno
viniera a casa, no juzgo
que hubiera más embelecos
¡Caramba! Es cosa de chanza.
¿Yo agazaparme? Primero...
¡Digo! ¡A la vejez viruelas!
Yo debo de ser un leño,
un zarandillo, un..."

“A la virulé”
Tener algo “a la virulé” es tenerlo en malas condiciones, revuelto, amoratado (particularmente una parte del cuerpo y especialmente aplicado hoy en día al ojo). Proviene del francés, “bas roulé” que significa, literalmente, “bajo vuelto”. Se aplicaba a la moda proveniente de aquel país que hacía a las gentes doblarse las medias y calcetines en su extremo. En España nos resultó aquella una manía rara y retorcida (nunca mejor dicho) y lo comenzamos a aplicar a lo revuelto, doblado, curvo o, como en el caso del ojo, lo fuera de su sitio, de lo normal.

Juan Prim y Prats (16 de diciembre de 1814 - 27 de diciembre de 1870“A mí, plin”
Es atractiva (ya saben, por histórica y demás) la teoría que por ahí corre que relaciona el origen de ese “plin” con el general español Juan Prim y Prats. Cuando alguien usa esta expresión, quiere significar que el objeto de su discurso le importa poco más de tres narices o un pimiento… poquito, vamos. Como digo es improbable la corrupción del apellido de don Juan para conformar el modismo, pero hasta se ha creado una teoría con corpus y todo. Dicen que “a mí, Prim” sería lo que podría responder alguien que, tras ser preguntado por sus inclinaciones políticas en ese XIX español tan revuelto, quisiese significarse cercano al general miquelete. Lo más probable, no obstante es que "plin" tenga origen popular expresivo, sin más. Por cierto que ese “mí”, para entendernos todos, ha de ser con tilde (ya que es el pronombre personal y no el posesivo, apócope de “mío” que es sin ella –“mi”-).

“A palo seco”
Usualmente suele ser comer algo sin bebida que lo acompañe pero, como extensión (aunque ya se ha extendido bastante su uso desde su origen, ya verán) se puede aplicar a hacer cualquier cosa sin una herramienta, acción o lo que sea acompañante típico y normal. En un principio fue expresión propia del argot marinero (como tantas y tantas cosas en el idioma proveniente de este istmo español –ver La homonimia marinera, como ejemplo-). Así, “navegar a palo seco” era hacerlo, según el DRAE, “con las velas recogidas”. La expresión desembarcó y ahora se usa con el sentido que explicamos y conocemos. En 1608, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl escribía su “Viaje a la América meridional”; en él dijo:

“…y el viento por el sur, saltó repentinamente al oeste á las dos de la tarde con tanta fuerza que obligó á aferrar todas las velas y hacer capa á palo seco, no siendo possible que aguantasse ninguna segun la violencia de las ráfagas…”

Francisco Martínez de la Rosa (Granada, 10 de marzo de 1787 - Madrid, 7 de febrero de 1862)Doscientos y pico años más tarde el político liberal y escritor granadino Francisco Martínez de la Rosa dejó, en su “Amor de padre”, el otro uso del modismo plasmado; decía el personaje del capitán de la citada obra, en la escena V del acto III:

“Recoged ahora esos trebejos... Llevémoslos a la cueva; los juntaremos con los demás, y cuando estemos todos reunidos se hará el reparto como es regular... Pero así que cada cual haya guardado lo suyo, si otro se atreviese ni siquiera a mirarlo... Ya sabéis que no necesito alguaciles ni verdugos para hacer justicia a palo seco”

Dos Presidentes del Consejo de Ministros en el XIX para esta primera entrega del “Catecismo del modismo”… no está mal… no, es curioso. ¡Nos vamos! ¡Nos vemos!

viernes, octubre 19, 2007

Defensa de los signos de apertura

Los necesitamos. Los necesitamos para asombrarnos, enfadarnos y preguntar. Para romper la linealidad objetiva y llana del discurso, los necesitamos. Son los signos de interrogación y exclamación. Los de cierre (“?” y “!”) están en uso y gozan (a pesar de los llamados emoticonos o “smileys” de Internet) de buena salud. No podemos decir lo mismo de los de apertura. Por influencia principalmente del inglés, están en desuso, en retirada. Puede haber quien, leyendo esto, lo considere lógico, que crea que hablamos de símbolos arcaicos que ya carecen de sentido. Vamos a intentar demostrar que, quien así piensa, se equivoca.

Dejando de lado la opinión, legítima, romántica y acertada, de que deberíamos conservarlos por un puro sentido estético y tradicional, lo cierto es que las razones objetivas, ligadas a características propias del castellano, abundan y gritan, tratan de llamar nuestra atención, para que no dejemos que caigan en el olvido los signos de apertura, de exclamación e interrogación. Pero quizá convenga aquí un pequeño paréntesis histórico-ortográfico… ¿de dónde vienen los símbolos de interrogación y exclamación?

Los escritos antiguos marcaban las preguntas (en diálogos, ficciones, ensayos y líricas) con una abreviatura de la palabra latina “quaestio, -onis” (de allí nuestra “cuestión”). Tal apócope era “qo.”. Paulatinamente la “q” se fue abriendo y, como vimos en el caso de nuestra eñe bonita, un signo se fue montando sobre el otro; en efecto la “o” se desplazó bajo esa “q” que se abría y se convirtió en un punto… ya teníamos el resultado (?)…

Para el caso del símbolo de admiración, hemos de explicar la existencia de la interjección, también latina (¡cómo no!), “io”. La misma servía como partícula de sorpresa, atención y júbilo. La “o” volvió a desplazarse bajo la “I” y, convirtiéndose en un punto, nos dio el universal símbolo de exclamación. En 1741, la primera ortografía oficial de la RAE no consideró las particularidades de nuestro idioma (que veremos enseguida) para regularizar el uso de esos símbolos, invertidos, para abrir preguntas y exclamaciones. Lo haría en 1754. Desde entonces, en castellano, cuestiones, sorpresas y enfados se abren con esos signos (“¿” y “¡”).
Páginas de la Ortographia de la RAE de 1741 referentes a los interrogantes y las admiraciones¿De verdad cree los símbolos de apertura un estorbo para la inmediatez de la vida moderna y su informatización? Si el inglés no los necesita ¿por qué así el español? Para empezar, el inglés, como muchos otros idiomas, en la mayoría de los casos, tiene una forma inequívoca de marcar el inicio de las preguntas gramaticalmente, sin signos ortográficos. Bien sea gracias a auxiliares, anticipación de la situación de los verbos, partículas interrogativas a principio de frase, etcétera, no precisa del símbolo de apertura para marcar al hablante que lo que empieza es una pregunta. Sin trampas, sin adelantarse, lea en voz alta la siguiente frase:

No es, por tanto, crucial avisar a nuestros niños, en las escuelas, del peligro que corren si no obedecen y llegan a casa sin demora, tras los estudios del día, según ha defendido en rueda de prensa esta mañana el Ministro de Administraciones Públicas, Educación y Tonterías?

Descoloca el símbolo final ¿verdad? Es un buen truco acentuar los “que”, “quien”, “donde”, “como” o “por que”, pero ¿y si no existen? En las frases largas el ojo no alcanza a ver el símbolo de cierre y nuestra agudeza visual no nos sirve… ¿no es más fácil poner un símbolo de interrogación de apertura? El problema con los signos de exclamación se agudiza, pero también en inglés, porque allí, la estructura de las oraciones exclamativas puede ser, como en castellano, calcada a las enunciativas, idéntica a las que no tienen ningún tipo de signo:

Ve a casa antes de que avise a tu madre de que no están haciendo lo que debes!

No me cabe duda que la liviandad de los discursos de hoy en día (una idea expresada en más de un minuto es un coñazo, un rollo…) fomentan la perniciosa práctica de prescindir de tan preciosos signos. De forma general, en inglés se entiende que la interrogación y la exclamación empiezan tras la última pausa ortográfica… ¿quiere esto decir que no podemos introducir una coma en una interrogación o en una exclamación? Seguramente no, pero entonces deberemos atender al contexto, ralentizar la lectura, complicar la comprensión y ahí está la oveja… (la madre del cordero). A pesar de que lo tiene más fácil que el español, la ausencia de signos de exclamación e interrogación de apertura del inglés (y del francés, el alemán, el italiano…) no es sino una desventaja (o ventaja del castellano) que, no obstante, créanlo, estamos copiando…

viernes, octubre 12, 2007

Pleonasmo repetido

Hace unas fechas exploramos los terrenos de la redundancia, más bien aplicada a los medios de comunicación. Siempre dije que el que tiene boca se equivoca y el que tiene micrófono se equivoca mucho más; dejaré, entonces, el tema de los medios ahí, de momento… Pasemos a la literatura. Por aquel entonces tocamos y explicamos las figuras estilísticas de la repetición (duplicación consciente de términos iguales o marcadamente similares con un objetivo estético) y el pleonasmo (inclusión de términos equivalentes y por tanto innecesarios en la misma expresión que, por ser a posta, añaden valor expresivo al discurso).

El aspecto crítico del pleonasmo me divierte. Me entretiene pensar cuándo nos hallamos ante una redundancia o cuándo ésta es un elegante y elevado pleonasmo. Si usted no goza de “privilegios de escritor” y habla de que un camino se “bifurca en dos direcciones” le señalaran con el dedo como un redundante pues ¿en cuántas más direcciones se puede BIfurcar un camino? Pasará igual si se chulea de que habla “tres idiomas diferentes” (pues tres idiomas son siempre diferentes) o si “insiste reiteradamente” en que le dejen de señalar con el dedo (la reiteración es la razón de ser de la insistencia). Los casos son los mismos que si alguien le habla de una “peluca postiza” o si le recriminan que dé un “portazo a una puerta”, porque, recuerde, las “previsiones con antelación” son obvias y redundantes como los “proyectos de futuro” o las “utopías inalcanzables” o “irrealizables”.

El caso es que si usted escribe o está intelectualmente considerado, podrá hacer uso de estas expresiones, porque siempre habrá alguien que quiera ir más allá de la literalidad y encontrar un sentido a ese uso redundante. El DRAE pone como ejemplo de esa redundancia permitida, de ese pleonasmo, el “ver con los propios ojos”. Todos vemos con nuestros propios ojos, no con los de los demás, por eso, en principio, la expresión es redundante; pero hete aquí que le añade expresividad, valor testifical, viveza y firmeza a aquello que “veamos con nuestros propios ojos” frente aquello que “simplemente” “vemos”.


Los ojos nos dieron un glorioso y recordado pleonasmo, en el primer verso del Cantar del Mío Cid:

“De los sus ojos tan fuertemente llorando,
tornába la cabeza y estábalos catando.”

Manuscrito del Cantar del Mío Cid, conservado en la Bilblioteca Nacional (Madrid)¡Claro, no iba a llorar de las orejas! La teoría académica también dice que “lentas horas” o “largos minutos” son expresiones redundantes o, cuando menos, incorrectas, pues horas y minutos no son rápidos o cortos… son, sin más, pero que se pueden usar pues sabemos del distinto carácter del tiempo dependiendo de nuestro estado de ánimo, lo que estemos haciendo, etcétera. Física, lengua y poesía se dan la mano aquí; el experto en física, no el de lengua, es el que sabe que el tiempo es relativo, que es una magnitud muy deficientemente medida por el Hombre con relojes y cronómetros. Así las cosas, lejos del invento humano que pretende uniformizar segundos, minutos y horas ¡claro que los minutos son lentos –y mucho- mientras llega ella y las horas se convierten en segundos cuando ella está ya conmigo!

viernes, octubre 05, 2007

¡Vete a…, vete a…!

rYa hemos hablado, en este mismo rincón de la lengua, en alguna ocasión, de la riqueza del español a la hora de calificar “sin mesura” al prójimo. Se puede hacer de manera más suave o más fuerte. Incluso, sin calificar, el abanico de opciones que se nos ofrece cuando optamos por hablar mal, haciéndolo en español, es inmenso. Hoy, análogamente, vamos a analizar las expresiones y vocablos que nos sirven para dejar claro al de enfrente que no queremos saber nada de él, que pasamos de su molesta presencia, que queremos que se vaya a paseo, vamos.

Vete a la porra” es una forma válida como cualquier otra, pero… ¿de dónde viene esa expresión (o modismo, mejor dicho)? El general Luis Bermúdez de Castro, historiador militar, dice así en su “Mosaico militar” (1951):

"En mis tiempos mozos no había tambores militares; con envidia sabíamos de ellos por las estampas viejas y las añoranzas de nuestros Jefes que los echaban muchísimo de menos" (…) "También el Tambor Mayor es invención española. Esto no nos lo niegan los extranjeros, aunque tampoco confiesan que es nuestra. Casi todos los Ejércitos lo conservan como tradición, menos nosotros, que lo suprimimos al mismo tiempo que los tambores y no lo hemos repuesto al reponer éstos. El Gran Duque de Alba, creador de los tercios, que todavía no tiene en España una sola estatua, instituyó el tambor Mayor de Tercio y el Tambor Mayor general, Jefe de todos los Tambores Mayores". (…) "Su contoneo al frente de la Banda impresionaba tanto como la maciza porra de plata que servía de puño a su largo bastón de enormes borlas de oro. ¡Había que ver a aquella insignia subir por los aires, ser recogida al vuelo y girar en vertiginosos molinetes sobre la cabeza, pese al refrán castrense que reza: no hagas juegos malabares con las prendas militares!"

Siguiendo con esto, las Ordenanzas militares de Carlos III establecían que esa porra del Tambor Mayor había de colocarse “en el centro del Campamento y alrededor de la misma tendrán lugar los arrestos correspondientes a las faltas dictaminadas por el Consejo de Disciplina”. Así pues, a los soldados arrestados se les mandaba “a la porra”, expresión que pasó al uso civil como desprecio a quien no nos merece mayor miramiento o cuidado. No hemos encontrado la citada expresión (“vete a la porra”) antes del siglo XIX

Del siguiente caso, no obstante (y siguiendo orden cronológico) no hemos encontrado ningún rastro hasta nuestro recién pasado siglo XX. “Vete a hacer puñetas” es otra forma de mandar a freír espárragos a aquel que nos toque las narices. Según el María Moliner, la puñeta es ese “adorno de encaje o bordado dispuesto en la bocamanga de la toga de los magistrados”. Su hilado y confección, por ser pieza complicada e intrincada, es extremadamente compleja, de ahí que nos parezca a todos bien mandar a una tarea tan minuciosa (y que le tendrá entretenido tanto tiempo) al que nos perturbe. Pero la puñeta tiene más usos, no se crea, que nos acerca, de nuevo, el María Moliner:

"
-Hacer la puñeta a alguien (vulg.). ­Fastidiarle.
-Irse a hacer puñetas. 1 (vulg.) Malograrse o estropearse algo.
-¡Qué puñeta[s]! ­Exclamación de enfado, que se usa acompañada de la expresión de la causa que la motiva.
"


El María Moliner olvida la acepción "escondida" tras la expresión "hacerse una puñeta" (masturbarse). De nuestra cosecha (y más de corrido para ir terminando) proponemos otras maneras en español de deshacernos de alguien (o, al menos, intentarlo):

-Ponerlo de patitas en la calle,
-Mandarlo con la música a otra parte,
-Darle puerta, o darle con la puerta en las narices,
-Mandarlo al cuerno
-Mandarlo al carajo
-Mandarlo a hacer gárgaras
-Mandarlo a freír espárragos / a freír monas
-Mandarlo a tomar por el culo / mandarlo a tomar por el saco
-¡Que le den morcilla!
-Enviarlo con viento fresco


¿Más sugerencias?

viernes, septiembre 28, 2007

Juntos y separados

El tema se parece (y no en vano tiene lingüísticamente que ver) con aquel que ya tratamos del calambur. Allí ya decíamos…

“El calambur es una figura retórica que aparece cuando, reagrupando las sílabas de una oración, frase o palabra, estas dan un significado distinto”

Los ejemplos diarios son decenas en castellano. Vamos a pasar algo de tiempo hoy revisando algunos de ellos. Existe un primer grupo que quiero resolver rápido. Es el de las palabras que pueden escribirse juntas o separadas; su significado no varía, simplemente se pueden escribir de las dos formas. Es el caso de “cortocircuito” (que puede ser “corto circuito”), de “deprisa” (que también es “de prisa") y de “tal vez” (que se escribe igualmente “talvez”).

Las palabras y expresiones que más me llaman la atención son las que cambian su categoría gramatical, incluso su sentido, dependiendo de si sus elementos se escriben juntos o separados. Obviamente todas las aquí seleccionadas (que, como casi siempre, no están todas las que son en castellano, pero sí que son todas las que están) se encuentran relacionadas. Normalmente de una salió la otra. He intentado simular un diálogo (que ha resultado un auténtico diálogo de besugos) usando ambas opciones consecutivamente para aclarar sus diferencias… allá va:

Adiós (interjección): ¡Adiós Chuchi!
A Dios (prep.+nombre): ¿Cómo que adiós? No me líes. Si acabas de llegar… Nunca sé por dónde sales y he de encomendarme a Dios.

Conque (conj. ilativa): Conque esas tenemos…
Con qué (prep.+pron. int.): ¿Con qué me vas a impedir que te diga lo que quiero?

Correveidile (sust.): Eres un correveidile
Corre, ve y dile (verbo, verbo y verbo): ¿Sí? Pues anda, o mejor, corre, ve y dile al jefe lo que quieras de mí

Malentendido (sust.): Vale, vale, ha sido un malentendido…
Mal entendido (adverbio+participio): ¿Que yo he entendido mal qué? ¿Qué he mal entendido?

Medianoche (sust.): Nada, nada, que con este diálogo de besugos nos da la medianoche aquí…
Media noche (adj.+sust.): Como si estamos aquí media noche… lo tenemos que dejar todo claro…

Mediodía (sust.): De todas formas tampoco será para tanto porque acabamos de pasar el mediodía…
Medio día (adj.+sust.): Sí… y tampoco vamos a estar aquí medio día diciendo tonterías…

Porsiacaso (sust.): Sacaré de mi porsiacaso (en Argentina y Venezuela “alforja o saco pequeño en que se llevan provisiones de viaje”) un tentempié para quitar la gazuza…
Por si acaso (prep.+prep+adv.): Yo todavía no tengo hambre, pero sácalo por si acaso luego me entra

Porvenir (sust.): ¿Qué porvenir nos espera, Chuchi?
Por venir (prep.+verbo): Quién sabe… todo está por venir…

Quehacer (sust.): ¿sabes que no sabía que entraría a esta hora y cuando has ido a llamarme corriendo a la redacción interrumpiste mi quehacer?
Que hacer (pron.+verb.): Pensé que no tenías nada que hacer…

Sinnúmero (sust.): Pues un sinnúmero de cosas tenía que hacer, no te digo más…
Sin número (prep.+sust.): Ahora que dices eso, ayer en la cola del DNI me quedé sin número… y sin DNI, claro

Sinvergüenza (sust.): Tú eres un sinvergüenza… seguro que te quedaste en la cama, llegaste tarde a la comisaría y ahora dices que te quedaste sin número
Sin vergüenza (prep.+sust.): No, no… sin vergüenza te digo que soy perezoso, pero no ayer…

Sino (sust): En fin… con esa carita, es mi sino, creerte y apoyarte siempre, Chuchi…
Si no (prep.+adv.): Es que si no, no serías mi amigo, te echaría de mi casa…

Sobretodo (sust.): Bueno… cogería mi sobretodo del perchero y a la calle…
Sobre todo (prep.+adj.): No, no te vayas… sobre todo, Fran, no te vayas… que era broma

Vivalavirgen (sust.): Ay, Chuchi, Chuchi… si es que eres un vivalavirgen…
Viva la Virgen (imp.+art.+nombre): Eso, eso… ¡Viva la Virgen del Pilar!

Sin duda, con una relación semántica clara, esta última es mi favorita…

viernes, septiembre 21, 2007

Mis palabras italianas favoritas

Templo pro helénico de Segesta, s.V a.C.La excusa ha sido un viaje de una semana para descansar, coger impulso y conocer la isla de Sicilia. El tema es, como en muchas ocasiones, el origen curioso o destacado de palabras españolas, en esta ocasión, con ascendencia italiana. ¿El descubrimiento? La certeza de que no hay por qué hablar inglés para hacernos entender en la tierra de nuestros hermanos italianos... pero eso, para más adelante.

El diccionario de la Real Academia reconoce quinientas noventa y dos (592) palabras españolas de origen italiano en sus tres variantes (el regular –la mayoría, quinientas setenta y cuatro-, el italiano antiguo –con diez- y el dialectal –con ocho-). De manera informal y pretendidamente nada académica he dividido las palabras que trataré (no todas las que son) en tres grupos:

Italianas per se
Existen siempre que un idioma presta palabras a otro: un porcentaje altamente variable de estas corresponden a conceptos propios de la lengua y/o la cultura cedente. El primer caso es el del capo. En castellano es el jefe de una organización ilegal y, mirando a Italia, de alguna de las subdivisiones de la mafia; allí no deja de ser un simple responsable, jefe o cabeza de cualquier organización. Proviene del latín caput, -itis (cabeza) -al igual que "capitán"-, por suponer la parte alta y dirigente de la citada estructura. Condotiero también es español y era, en origen "il condottiere", el cabecilla de los ejércitos mercenarios italianos. Por extensión pasó a denominar a los líderes de este tipo de jerarquías militares en cualquier lugar del mundo. El fascismo fue un invento italiano y con ese nombre pasó al español y al resto del mundo. Qué decir del queso gorgonzola (de "Gorgonzola", la localidad cercana a Milán que le da nombre) o de la tarantela (del italiano "tarantella"), ese baile napolitano que, por su movido ritmo ha dado lugar a una expresión en castellano como "darle a alguien la tarantela", cuando cambia de parecer inesperada, irreflexiva y/o rápidamente.

Artes y Renacimiento
Italia fue la cuna de la civilización latina y de la vuelta a su manifestación artística con el Renacimiento, que se extendió por toda Europa al final de la Edad Media. Todo ello, razón de ser de tanto y tanto en nosotros, ha de dejar huella en el lenguaje. Echemos un vistazo rápido al léxico español con origen italiano relacionado con el arte y el Renacimiento.

ÉriceLa isla de Sicilia, en la que me encuentro en estos momentos, ha sido codiciada y conquistada por multitud de naciones, imperios, razas y credos. Las invasiones sarracenas eran una realidad y, cuando no lo fueron, los reyes normandos gustaban del uso de maestros árabes que daban un tinte mahometano (aunque cristiano en la base) a metopas, mosaicos, cúpulas y estatuas. Extendido a Italia y luego al mundo, ese tinte fue conocido como el arabesco (del italiano "arabesco"). Siguiendo en arquitectura, la arquivolta (la decoración multiplicada del arco) viene de la "archivolta" italiana, palabra (con ch) que también es española. Nos refiere a las vueltas ("voltas") supuestamente dadas por el arco para lucir como luce o, en una formulación anterior de la palabra ("archivolto"), a un "arco vuelto". En la comedia dell´arte (las representaciones con personajes fijos y diálogos improvisados que comenzaron en el Renacimiento) uno de sus protagonistas era Arlequín (del italiano "arlecchino" y este del nombre francés de un diablo, Hellequin) que en español tiene ese mismo significado y, por extensión alguien gracioso, un payaso o la persona vestida como él (con traje a cuadros o rombos blancos y negros). No se me ocurre mejor ocasión para vestirse de arlequín que en carnaval. El mismo proviene del "carnevale", que había sufrido una haplología -la amputación de una sílaba de una palabra similar a otra cercana- del original carnelevare, que hacía referencia a la prohibición del consumo de carne en las épocas tocantes a la Cuaresma. Del italiano (y quizá de esa época dieciochesca en la que el carnaval de nuestros hermanos tomó relevancia mundial) también proviene travestido; me pregunto si tendrá origen carnavalesco porque, en principio, el travestido (de "travestito") no era más que alguien con ropas que, bien por no ser habituales en él, bien por ocultarlo, impedían su identificación. De ahí pasó, como sabemos, al hombre vestido de mujer... por distintas razones.

Importantes y variadas
Al contrario de lo que vimos en el léxico español de origen árabe, nuestras palabras con cuna italiana no sólo tienen una importancia vital en el día a día sino que, además, en muchas ocasiones no cuentan con sinónimos exactos. Lo que sigue es una categoría un poco cajón desastre, sí, pero es que si ustedes encuentran una relación semántica en las palabras que siguen, escríbanme, porque les doy un premio...

Bronce viene del italiano "bronzo". Éste hacía referencia a las partidas de este material provinientes de Brindisi, al parecer, antiguamente, el bronce por antonomasia. Cabriolas pudieron dar los manufactureros de esa ciudad cuando se supieron de los más apreciados del mundo. Lo que quizá nunca supieron es que, en español, sus volteretas nos remiten a la "capriola" italiana (con el mismo significado) que hace referencia a los saltos y brincos de la "capra", de la cabra. La palabra café también nos viene del idioma italiano, pero en este caso (situación muy frecuente en los préstamos de palabras entre idiomas) es un mero trasmisor; en efecto tenemos el "caffe" que nos llegó a nosotros, pero antes estaba el "kahve" turco (palabra aún utilizada hoy en día en Anatolia y Estambul). Campeón, en un caso análogo al que vimos con "máster" (pero de manera más antigua, ya que "máster" está en nuestro vocabulario desde hace poco), salió del latino para penetrar a una lengua bárbara y volver a nosotros ya trasformado: del latín campus, los germanos tomaron "kamp", en el longobardo -pueblo invasor de Italia en el siglo VI- se transformó en "kamphio" y en la península itálica en "campione", para designar al vencedor, al dueño del campo de batalla.

La moda mundial le debe mucho al gusto italiano... pues esto viene de lejos. Corbata, por ejemplo, proviene del italiano "crovatta", que no es sino el gentilicio de Croacia; la tira de tela atada al cuello que portaban los jinetes de esa parte de Europa llamó tanto la atención como para tomar el nombre de sus portadores. Chaleco se cree que proviene del italiano "giulecco", quizá del turco "yelek".

La lista acaba, sí, pero sigue sorprendiendo por la importancia de las palabras (como dije) en nuestro idioma: pantano proviene del italiano "Pantanus", que debe nombre a un estanque concreto, de “paradero” desconocido, rotonda es "rotonda" en italiano y es, sin más, "redonda", un testaferro, según el DRAE- es aquella "persona que presta su nombre en un contrato, pretensión o negocio que en realidad es de otra persona" y se dice igual que en italiano, donde también significa, literalmente, "cabeza de hierro", el famoso juego del tute consiste en conseguir juntar "tutti" los reyes y "tutti" los caballos...

Porta Nuova, PalermoParamos porque ya nos hemos ido con creces del espacio que nos concedemos, pero podríamos seguir. Probablemente no sea la razón más importante pero sí una de ellas: el grado de identidad que he mostrado aquí entre el español y el italiano; con ello y conociendo historia y cultura (latinas) he tenido la certeza en este viaje de que no iba a hablar ni un poquito de inglés para hacerme entender, simplemente, en un país latino y romance con un idioma -además- tan similar al español como el italiano, no me dio la gana hablar el idioma bárbaro para hacerme entender. Ya había visitado Roma pero entonces no tuve tanto contacto con la gente como estoy teniendo ahora con los sicilianos (estuve menos tiempo). Si algo se dice totalmente distinto en italiano (nuestro "querer" no se usa en italiano) intentamos coger algún sinónimo en latín y ¡olé! ha pasado casi calcado al italiano. Esto no quiere decir que mi "reivindicación" no la puedan poner en practica aquellos sin nociones de latín... sinónimos españoles valdrán en muchos casos ("yo deseo", en lugar de "yo quiero" al oído italiano le sonará a su "io desidero", pegado al original latino, por cierto). Es todo, no hace falta hablar la lengua bárbara en terreno romance, no es necesario y, al menos a mí, no me ha dado la gana.

Un pequeño homenaje a esta pequeña gran isla que tan bien nos ha acogido: la única palabra que el dialecto siciliano donó al español es carriola, que es "cama baja o tarima con ruedas", originariamente era el "carro pequeño con tres ruedas, lucidamente vestido, en que solían pasearse las personas reales" y por extensión (mucha extensión, como verán) puede ser el nombre de un simple "patinete".

viernes, septiembre 07, 2007

El "supuestu" idioma "cántabru"

Hace dos semanas, el Presidente de la Comunidad Autónoma cántabra, Miguel Ángel Revilla calificaba el reivindicado por algunos como “idioma cántabro” como “castellano mal hablado”, despreciando la importancia y la postura de las gentes del CNC (“Concejo nacionaliegu cántabru”). Además, antes de mis vacaciones estivales de mi querido “Castellano actual” un lector me pidió que comentase una novedad editorial: un diccionario de términos cántabros… vamos a todo ello…

Miguel Ángel Revilla RoizEs imposible negar la peculiaridad de las expresiones y vocablos del interior de Cantabria pero, la “oveja” lo complica todo. La “oveja” (que es la madre del cordero, como diría mi viejo profesor de latín) es la falta de documentos escritos. La inexistencia de materia base de trabajo de los filólogos no permite a la mayoría decidirse de manera razonada y argumentada entre las dos posiciones básicas: idioma o no idioma. Es un problema que no tiene gallego y catalán que gozan de acreditada filiación latina, romance. La inercia del mesurado es, ante el panorama, dejar las cosas como están, esto es, que las lenguas cooficiales en España son el gallego, el catalán y el vasco. Punto. Volviendo a las posiciones antagónicas, ambas son, a mi entender y en general, demasiado exaltadas:

Posición 1: “Viva lo cántabru y el idioma cántabru. Cantabria nación”
“Es un idioma con entidad propia, descendiente del latín, por vía del tronco astur-leonés, que tiene idiomas derivados como el mirandés en Portugal, reconocido oficialmente en el país vecino. El “cántabru” tiene mucho que ver por el contacto con el castellano, pero es diferente a él”.

Posición 2: “¡Qué coño va a ser idioma, paleto!
“El habla cántabra no deja de ser castellano del pueblo. Las oes se hace “u” y listo. No desciende del latín, sino que es una perversión del castellano. Es, como dijo el Presidente, “castellano mal hablado”.

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No se asusten por el exabrupto en negrita. A poco que buceen en discusiones en línea sobre el tema, verán que el intercambio de opiniones y “lindezas” se produce en estos términos. Empecemos a hablar de cosas serias y fundadas: la falta de escritos es lo que ha impedido que ningún filólogo renombrado o estudioso hispanista califique al habla cántabra de “idioma” con entidad propia. A su favor como “idioma” se esgrime que la “u” cántabra final de los vocablos castellanos acabados en “o” no es sino algo que perdió el español y que el “cántabru” conservó más puro del latín: la terminación en “-um” del acusativo de la segunda y cuarta declinación. Del mismo modo se cree el uso de la “j” al principio de palabra una derivación del latino anterior a la “h” castellana (la semana pasada, en la sección “Tu opinión” del semanario cántabro Rakeros.com, ese era el ejemplo que ponía uno de los defensores del “idioma cántabro”). De ese caso concreto se puede esgrimir justo lo contrario, que es una derivación del castellano, de una hache aspirada

El problema, el citado: la falta de documentos impide asegurar qué ha sido primero, el huevo o la gallina, el “cántabru” o el español. Es de necios negar la peculiaridad existente en el interior de los valles de Cantabria pero hagamos un somero repaso a los títulos, simplemente los títulos, de prestigiosos filólogos e hispanistas que han estudiado esa peculiaridad:

-Penny, Ralph J. “El habla pasiega: ensayo de dialectología montañesa”, 1970.-Penny, Ralph J. “Estudio estructural del habla de Tudanca, Beihefte zur Zeitschrift für romanische Philologie”, 1978.
-Penny, Ralph J. “Vowel-Harmony in the Speech of the Montes de Pas (Santander)”, 1969. (“Armonía de las vocales en el discurso de los Montes de Pas”).
-Penny, Ralph J. “El dialectalismo de Peñas arriba”, 1980.

-García Lomas, A. “Estudio del dialecto popular montañés: fonética, etimologías y glosario de voces (apuntes para un libro)”, 1922

-Menéndez Pidal, R. "Un inédito de Pereda. Observaciones sobre el lenguaje popular de La Montaña", 1933.

Don Ramón Menéndez Pidal, 1869-1968Estos tres conocidos y prestigiosos eruditos son citados con frecuencia por los defensores de la existencia del “idioma cántabro” y, por él, muchas veces, de la “identidad nacional cántabra”. Pero fíjense, como decía, en los títulos: “habla”, “discurso”, “dialectalismo”, “dialecto”, “lenguaje popular”… El “idioma” o “lengua” no aparece por ningún lado. Todas son obras dedicadas a estudiar, catalogar y tratar de explicar las particularidades innegables del, de momento (y hasta que salga a la luz algún documento improbable y oculto) castellano en el interior de Cantabria. Los defensores hacen descender el cántabro de la amalgama astur-leonesa/bable, de ascendencia latina. Pero, por la misma escasez de escritos, incluso la independencia de este tronco del castellano está discutida, ¡imaginen una rama secundaria de ese árbol! Las grandes obras que hablan del “dialecto” cántabro son más una fotografía, una descripción, que una búsqueda de origen que, por otro lado, entraría más en el terreno de la especulación que otra cosa.

Las políticas cambian como los políticos y el hecho de que una supuesta hija del astur-leonés como es el mirandés esté oficialmente reconocida en Portugal da alas y fuerzas a los partidarios del “idioma cántabro” (que, por cierto, serían tomados mucho más en serio si no acompañasen sus asertos con impopular propaganda “nacionalista”). En cualquier caso hay más características que nos tiran para el lado de los escépticos. La heterogeneidad (los propios partidarios de la existencia del cántabro como idioma reconocen no menos de tres o cuatro variantes subregionales en una Comunidad tan pequeña como Cantabria), como pasó con el caso del éuscaro, que debió ser unificado –en el euskera batua-, pues en cada caserío se hablaba un idioma distinto; el número de hablantes (pocos miles, reducidos al interior de la región); la escasez de vocabulario de origen propio (la mayoría referente a utensilios y acciones rurales, en franco desuso y lastimosa desaparición) y, por el contrario, la infinidad de palabras de origen español (que sus partidarios reclaman latinas, argumento que no cuela en el caso de los equivalentes cántabros de “televisión”, “tractor” o “coche”).

Así las cosas, de momento y a falta de más información (que si no se ha conseguido ya, será difícil) los idiomas oficiales en España son el castellano, el vasco, el catalán y el gallego. Punto.

viernes, julio 20, 2007

De paseo

Es cierto que nunca se ha pretendido en este blog sacar a la luz pública las “vergüenzas lingüísticas” de la gente o compañeros de profesión periodística. Cuando se ha hecho, de manera excepcional y escondiendo el autor/protagonista, siempre fue porque consideré que la falta en concreto suponía una amenaza demasiado extendida. Nunca fue ECA, pues, un altavoz coñazo de fallos, salvo de aquellos importantes o epidémicos. Sin embargo, excepcionalmente, y sin otorgar a este pequeño escrito multimedia mayor importancia de la que tiene, me he propuesto relatar un pequeño paseo en busca específica de patadas (o patadones, o placajes, o palizas directamente) al diccionario y al español… ¿me acompañan?

Tras iniciar la jornada en el banco, al salir, me encuentro con una imagen que, enseguida, me trae a la cabeza aquel artículo mío de “Pérdido en la traducción”. Allí, decía lo siguiente…

“Tratando de evitar aluviones de demandas judiciales en el país de las mismas, hace mucho que las empresas de limpieza [estadounidenses] comenzaron a colocar en los suelos de tránsito público mojados por ellos, pequeños carteles que se sostienen de pie, y levantan unos 70 centímetros del suelo, con la leyenda “wet floor” (“suelo mojado”).
(...)
El otro día, al entrar en un hospital (de aquí, español), me encontré con una de esas advertencias en el suelo. El problema fue que pronto me di cuenta de que se trataba de una auténtica “pérdida en la traducción”… porque no había traducción. El cartel, en España, Europa, seguramente fabricado en Estados Unidos, rezaba: “wet floor”, sin mayor aclaración. No voy a negar que estuve tentado de hacerme el resbalado y demandar a la empresa por una pasta, alegando que no tengo ni pajolera idea del idioma inglés. Para la empresa de limpieza: no hay problema conmigo, lo aseguro, pero cuídense y no se preocupen, ¡hombre!, que no se pierde nada por traducir como “suelo mojado”…”

Eso fue hace unos cinco meses y medio. Pues bien… ¡imagínense la sorpresa! Miren lo que vi a la salida del banco:

¡Madre mía! ¡Ha aparecido el español! ¡Estamos en plena transición! Pero, por una vez, del inglés al castellano, en lugar de al revés… Me decido a ir a darme un buen homenaje en forma de desayuno para celebrar la recuperación de terreno en la batalla (que no en la guerra) de las señales anti-demanda por lesiones en suelo mojado. Me encuentro con esto en la carta de la cafetería:

Me rebuelbe algo la vista, sí, pero me trae a la mente aquel artículo en el que, tras arremeter contra el espanglis o el uso del inglés en los productos vendidos en España, reservé un cariñoso (sin ironías) espacio al mal uso del idioma propio por “inocente ignorancia”. Allí se podía ver, en una carta de cafetería similar a la de aquí arriba, algo así como “baicon” con huevos fritos… Termino el desayuno (por lo demás exquisito) y decido ir a estrenar el nuevo DVD a casa… Lo desembalo, abro la tapa y me encuentro con esto:

Me acerqué algo para verlo mejor (como Caperucita al lobo):

El uso del verbo “remover” podríamos discutirlo (ya que aunque podría casar con el significado que se quiere transmitir está usado como claro calco del inglés “remove”, que encaja mucho mejor en el contexto) pero la traducción (que no les engañe la posición de cada texto, el primero en escribirse fue el inglés) deja la duda… ¿para qué demonios quiero yo usar el protector?

Me empiezo a sentir mal y no, no es por la indigestión de alegría en el uso del idioma, no… tengo que ir al baño… allí estoy de estreno, también… tengo alfombrilla nueva, sin abrir:

¿Qué…?¿qué pone ahí?

Según el DRAE, algo exhausto es algo “enteramente agotado o falto de lo que necesita tener para hallarse en buen estado”. Es decir, que el control de calidad al que fue sometido el producto estaba obsoleto y he comprado una alfombrilla que se me va a deshacer bajo los pies… Querían decir “exhaustivo(s)”, que significa algo “que agota o apura por completo”. Algo exagerado para hablar de controles de calidad, sí, sobre todo muy manido (lo de los “exhaustivos controles”), también, pero más correcto –al menos en el sentido que suponemos que el fabricante quería usar- que “exhausto”…

Así que verdaderamente exhausto de analizar cada palabra que veo por la calle, marcho a comer a la preciosa villa marinera de Castro Urdiales. Buscando sitio para aparcar, me encuentro con este cartel:

Como a ustedes a mí eso de “cubrición” me sonó a que estaba fuera de lugar. Un rápido vistazo al DRAE me refresca la memoria. En efecto, “cubrimiento” es la palabra tipo para trasmitir el sustantivo de “cubrir”. “Cubrición” es algo más específico, ya que generalmente se refiere a un significado concreto de “cubrir”: “acción y efecto de cubrir ( el macho a la hembra)”… Volví para ver –por curiosidad- cómo el pisto cubría a la pista, pero no hubo suerte…

Aproveché la nueva visita a Castro para visitar a un amigo. Ya por la tarde, bajando por su portal, una empleada de una empresa de limpieza aseaba la vivienda. No me lo podía creer –no que la mujer limpiase, siga leyendo-. Me froté los ojos y seguía allí… era cierto…

Me metí en el coche silbando. Estaba feliz. Hasta me daba igual la falta de tilde en “atención”… La recuperación de terreno tuvo éxito. Me alegré, porque habíamos ganado la batalla (que no la guerra) de las señales anti-demanda por lesiones en suelo mojado.

viernes, julio 13, 2007

Por antonomasia

La Tentación de Santo Tomás de Aquino (1632/1633) de Velázquez (Museo Diocesano de Orihuela)
Es una locución adverbial bastante usada pero, probablemente muy desconocida (por la razón siempre prejuzgada de contener un cultismo). La antonomasia es esa figura retórica que hace que se use el apelativo en lugar del nombre propio o viceversa. Así, puedo hablar, como hacía Santo Tomás, de “el Filósofo”, en lugar de Aristóteles o de “un Judas” para referirme a un traidor. Lo que traslada que algo sea “por antonomasia” es que un uso de una determinada palabra se ha convertido en el principal o el justo, por ser su significado el más conocido o acertado; así pasa con un automóvil que, en principio, es cualquier mecanismo que sea capaz de moverse de manera autónoma, pero que todos asociamos, ya, al coche.

Hoy hablamos, entonces, de las palabras “por antonomasia”, de los significados que se han ganado el hueco de ser los primeros que acuden a nuestra mente, tras oír su significante. En muchos de los casos (la mayoría, en el diccionario español) las palabras antonomásticas tienen relación con la religión. Esto se explica debido al carácter y la vocación universal de lo sagrado, que pretende alcanzar, por definición, no sólo a todas las clases sociales y condiciones, sino a cualquier rincón de nuestra vida. Y es que una anunciación es un acto de anunciar, sin más, pero cuando nos referimos a “la Anunciación” a la mayoría se nos vienen a la cabeza el Arcángel San Gabriel y la Virgen María. Obviamente, tenemos que olvidarnos de las mayúsculas, que el respeto y la norma, con el tiempo, nos hizo poner a todos los ejemplos que doy en este párrafo. Como, hablando de lo que hablábamos, “la virgen”, que es la Virgen María. Sin mayor información un bautista es, solamente, alguien que bautiza, pero San Juan se ganó el apelativo y es quien se nos viene a la cabeza cuando oímos lo de “el Bautista”. “Inmaculada” significa, etimológicamente, “sin mancha” y puede aplicarse a cualquier cosa, pero dicho así, sin más adornos, para el común no deja de ser otra forma de llamar a la Virgen. En lo mismo, “natividad” (que es el nacimiento) tenemos todos, y “nazareno” es cualquiera nacido en Nazaret, pero la fama universal obliga y ambos términos nos remiten a la Navidad y al Nazareno divino, Jesús. Pero la figura no reina sólo en la Iglesia católica. Un “buda” (palabra directa del sánscrito) es, en principio, cualquiera que haya alcanzado la sabiduría perfecta; sin embargo (quizá por desconocimiento) al oír la palabra, a la mente, a la mayoría, les asiste la imagen del buda con mayúscula, del fundador del budismo.

Es verdad que, como hemos dicho, por la importancia que se le da (y, sobre todo, se le ha venido dando) a la religión, sus antonomasias imperan en el diccionario, pero hay multitud de ejemplos fuera de ella de los que en seguida pasamos a ver algunos representantes. No obstante no estará de más advertir aquí que la clasificación de acepciones en el “rango” de “por antonomasia” entra dentro de una valoración crítica que deja vislumbrar la subjetividad del redactor del glosario en cuestión. Es decir, enclavadas dentro de lo que la lexicología llama “transición semántica”, las antonomasias pueden crear palabras independientes y el hecho de considerar que un significado es el más significativo, puede apoyarse en datos, pero las más de las veces deja traslucir el pensamiento del autor. Así, la segunda acepción para “cabeza” del DRAE consta como:

2. f. por antonom. La de ovino preparada para comer,

con lo que muchos puede que no estén de acuerdo. Sin embargo el DRAE sí que reúne el pensar de muchos cuando da al “alcohol” el significado por antonomasia de “alcohol etílico”, el que la mayoría imagina cuando escucha la palabra. También reserva un lugar para la del cerdo, cuando define “corteza”, a los pedos, cuando habla de “gas” o a la anticonceptiva, cuando se fija en la “píldora”.

Volviendo con las mayúsculas, una reconquista no es más que volver a conquistar algo perdido, pero sabemos que es una, con letra de caja alta en la que pensamos cuando oímos la palabra, la de la península a los moros. Hemos dicho que los significados construidos “por antonomasia” pueden llegar a constituir palabras independientes (como los casos de mayúsculas de este pequeño artículo cuya importancia, a pesar de tener el mismo origen que sus homónimos, fagocita su origen) y así pasa con “tienda”. El establecimiento que dispensa comestibles, ropa, etc. no deja de ser una evolución de sus antepasados, que se albergaban en verdaderas “tiendas” de tela, debido a la precariedad de los tiempos pasados y al carácter ambulante de los vendedores.

Cerrando el concepto y el artículo… ¿sería muy exagerado decir que aspiramos a convertirnos en el blog de “el castellano actual” por antonomasia?

viernes, julio 06, 2007

Sanfermines 2007

Así, todo junto, “sanfermines”, porque el conjunto de festejos seculares ya tiene nombre para designarlos. Las fiestas de San Fermín en Pamplona son, pues, los sanfermines y este año tuve la suerte de volver, respondiendo a la amable invitación de mi amigo Javier Gutiérrez Pernía.

Firminus (272-303) fue hijo de Firmus, senador de la ciudad allá por los fines del siglo III, se convirtió al cristianismo y llegó a ser obispo de la villa de Amiens (Francia) de quien toma su nombre en el santoral (San Fermín de Amiens). Fue martirizado degollado por negarse a dejar de predicar la Palabra de Dios. Tanto su nombre como el de su padre provienen de los derivados del adjetivo latino firmus, -a, -um (en el caso de San Fermín, de firminus) que ha acabado en castellano como “firme”. Es patrón de Amiens, Lesaka y Pamplona, pero es nuestra pamplonica Pompaelo la que le ha dado fama mundial.

Estatua en honor a Ernest Hemingway en PamplonaEl origen primigenio de las fiestas es difícil de precisar, pero sobre el siglo XIII ya se constatan reuniones comerciales (mercados) coincidiendo con el principio del verano. Las fiestas religiosas ya había empezado a cobrar importancia siglos antes, incluso a sustituir algunas celebraciones paganas y la de San Fermín, que resultó ser la reunión de dos festejos de antes y después del verano, también. Estando en España, las corridas de toros no tardaron en aparecer, los encierros eran una forma (que no dejan de ser hoy en día, claro) de llevar las reses hasta la plaza y Hemingway y la explosión de los medios de comunicación en el siglo XX, hicieron el resto.

"La fiesta había comenzado de verdad, e iba a durar así, día y noche, a lo largo de toda una semana. Se seguiría bebiendo, bailando, haciendo ruido. Ocurrían cosas esos días que sólo podían suceder durante la fiesta. Todo adquiría un tinte de irrealidad y parecía que nada de lo que pasara en esos días pudiera tener consecuencias. Durante los Sanfermines, incluso en los momentos de relativa calma, se tenía la impresión de que había que gritar para manifestar cualquier comentario, si es que se quería ser oído. Se tenía la misma sensación a la hora de realizar cualquier cosa. Era una fiesta y duró siete días."
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Ernest Hemigway (“Fiesta”)

Busto de Pompeyo de la Ny Carlsberg Glyptotek, en CopenhageEl caso del nombre de la ciudad de Pamplona es uno de esos de etimología toponímica que, por manida y reusada por el pueblo, se hacen oscuros en su cronología. Al igual que Mérida o Zaragoza su nombre hace mención y honor a un importante personaje, en este caso Cneo Pompeyo Magno, el famoso aliado –primero- y mortal enemigo –después- de Cayo Julio César. Al parecer de la Pompaelo original, la forma actual vendría de la evolución de un acusativo tardío, “Pompelona”.

Tanto es así que, además de todos los iconos de los que gozan los festejos, los “guiris” se han convertido en uno más. Transcribo una explicación sobre el origen del vocablo que yo mismo daba en los comentarios a mi artículo “Charnegos, euscaldunas y nada”:

“…Por cierto, como curiosidad, la palabra castellana "guiri" nace como acortamiento del término vasco y carlista "guiristino" ("cristino", en español), palabra que servía para separar y distinguir (…) a los partidarios de la reina Cristina…”

Otro icono, representación de la imagen colectiva que todos (y en esta ocasión con “todos” me refiero a “todo el mundo”) tenemos de los sanfermines son los toros. Los que todos los días del 7 al 14 de julio salen del redil de Santo Domingo para acabar en los chiqueros de la Monumental tienen sus ascendentes primigenios (bueno, la palabra que los designa) en el taurus latino. Sabemos que también hay relación histórica entre los anfiteatros donde los tauri eran lidiados y las plazas de toros actuales, ambos eran y son destinados a espectáculos violentos. Pero lo que alguno puede que no sepa es de la existencia de un gladiador especializado en exclusiva en la lucha contra el toro: como existía el retiarius (p. ej.), existía también el taurarius… ¿adivinan su actual forma española?

"Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabao las fiestas de San Fermín"

viernes, junio 29, 2007

De lo bajo y despreciable

El joven mendigo, Murillo, 1645. Museo del Louvre, París
Me encontraba hace poco admirando el magistral “Joven mendigo” de Murillo (a través del ordenador, no “en vivo”) y me cuestionaba sobre la escena en sí. Parece que el personaje se encuentra acaso limpiándose tras comer las pequeñas piezas de lo que parece marisco (a su izquierda), seguramente antes incluidas en la cesta con fruta a su derecha (¿recién robada?). Pensando, me dio por imaginar que el gesto de arrugar los restos del cuello de la ropa blanca, tan jironada como el resto de su traje, con la mirada gacha y el ceño fruncido podían dejar entrever, en lugar del terrenal gesto de limpiarse las manos, un espiritual rasgo de arrepentimiento, de vergüenza, por el robo, por la vida, tras cubrir la necesidad básica del alimento. Ya estaba: ya tenía artículo para ECA esta semana.

En lo hondo, lo bajo, lo que generalmente consideramos “despreciable”, se halla lo necesario al mismo nivel que en las alturas. Así, las palabras que designan lo “prescindible” y “rastrero” son igual de necesarias, para la comunicación y las relaciones, que las que llaman a lo elevado y trascendental. Su espacio es igual de valioso en el diccionario y su historia, muchas veces, igual o más curiosa. El término “pacotilla”, por ejemplo. Sabemos que algo “de pacotilla” es algo insustancial, poco valioso o que, incluso, puede ser una falsificación de algo de mayor valor. Tiene origen en “paca” (del francés antiguo “pacque”), que era un fardo o lío de hierbas, paja, etc. y de ella derivan “paquete”, “empacar” y demás. Pues bien, el diminutivo “pacotilla” es (según el DRAE) la “porción de géneros que los marineros u oficiales de un barco pueden embarcar por su cuenta libres de flete”. De ahí a generalizar a cualquier cosa de poco valor o insulsa, sólo un paso.

Significado análogo el de la “morralla”. Es (según el María Moliner) “conjunto de cosas sin valor. Por ejemplo, lo que queda de cualquier cosa o mercancía después de haber elegido lo mejor de ella. También, boliche: pescado menudo en el que hay distintas clases revueltas”. Lo que nos devuelve de nuevo a la mar, su importancia en el léxico español (no podía ser de otra forma) y a un significado –el de la variedad de pescados pequeños y de poco valor- que tiene unas cuantas palabras en nuestro idioma para designarlo. Sin embargo “morralla” tiene más que ver, etimológicamente, con la tierra y la ganadería. Viene de “morro”, una de las partes menos usadas y más despreciadas de los bóvidos, caprinos y porcinos (incluso de los porcinos, sí, aún cuando “del cerdo se aproveche todo”). La conjunción de ese “morro” con el viejo sufijo latino “-alia” y su descendiente “-alla”, que da idea de conjunto y reunión, hace el resto.

Bien en tierra, el equivalente industrial más claro de “morralla” es “quincalla”, con idéntico significado metafórico, pero en un sentido literal más metálico (es el “conjunto de objetos de metal, generalmente de escaso valor, como tijeras, dedales, imitaciones de joyas, etc”). Un galicismo más (de “quincaille”), es fácil ver cómo el sustantivo francés se formó igual que nuestra “morralla”, con la versión gala de “-alia” y “quinquet”, nombre genérico de las lámparas de aceite que diseñó Antoine Quinquet. En español un quinqué sigue siendo una lámpara de aceite o petróleo (algo en desuso).

Hay más palabras que designan conjuntos de cosas supuestamente de poco valor, como “chuchería”. El común de hoy acordará que el significado principal de la palabra es el de "golosina o alimento basado en el azúcar, consumido especialmente por los niños". Sin embargo ese es un significante derivado de esa idea que perseguimos de reunión de baratijas, pequeñeces y menudencias triviales. Es derivado de “chocho”, en su significado primigenio, “altramuz” (del latín vía mozárabe), que por su forma, varió hasta designar, vulgarmente, a la vulva, el órgano reproductor femenino (en fenómeno similar al de “conejo”).

De ahí sale todo. ¿Es importante lo bajo y, en principio despreciable, o no? Y si no, que se lo digan a los franceses, que tienen al joven mendigo de Murillo… en el Louvre...

viernes, junio 22, 2007

El mito de las mayúsculas

Las mayúsculas se acentúan. Cuento en estos días veintisiete años y llevo muchos de ellos oyendo por aquí y por allá aquel cómodo mito de que no hay tildes en letras de caja alta. Digo “cómodo” porque muchos creen librarse de cumplir con su obligación de respeto ortográfico para con los demás escribiendo alguna vez en mayúsculas y desde bien joven, en la escuela, aprendí que las mayúsculas se acentúan como cualquier otra letra… ¿por qué no iba a ser así?, veamos…

Han pasado dos semanas desde que hablamos de la eñe. Como con nuestra "eñe bonita", los acentos nos han dado siempre problemas en el campo de la información, la comunicación y el de ambas aplicadas a la tecnología. Desde el principio, la computación fue patrimonio e impulsada por países que no sabían lo que era poner un símbolo gráfico sobre una vocal (con lo que no tienen ni idea de pronunciar una palabra nueva en su propio idioma, pero eso es otra historia). Las viejas máquinas de escribir, incluso de los años ochenta –y si yo recuerdo este detalle, muchos más y mayores, lo harán- dejaban un símbolo muy feo cuando acentuábamos una mayúscula; la tilde quedaba muy pegada a la letra y no se veía bien, quedaba emborronada. Sin embargo, la RAE siempre fue clara, como lo es ahora en su Diccionario Panhispánico de Dudas:

“Las letras mayúsculas, tanto si se trata de iniciales como si se integran en una palabra escrita enteramente en mayúsculas, deben llevar tilde si así les corresponde según las reglas de acentuación.”

Otra cosa era que se tolerase, por las sabidas dificultades técnicas (no sólo en hogares y oficinas, sino en imprentas y fotomecánicas). Pero nunca fue verdad eso que yo he escuchado tantas veces de que “las mayúsculas no llevan acento”. Como hemos dicho más arriba, muchos lo han usado como licencia para cometer tropelías con los acentos y despreocuparse. No hay delito, tampoco hay que echarse las manos a la cabeza. Lo creo un caso análogo a aquel consabido “los nombres propios no tiene que responder a las reglas ortográficas”. Antes de decir nada más, me refiero de nuevo a la RAE y a su explicación de la tilde en su DPD:

“El uso de la tilde se atiene a una serie de reglas que se detallan a continuación y que afectan a todas las palabras españolas, incluidos los nombres propios.”

Doña Letizia Ortiz (Oviedo, 1972- )Con obviedad, nadie puede pretender que los nombres y apellidos no sean palabras y aún más ruin sería convertirnos en anglosajones, cuya laxitud a la hora de delimitar gráficamente el sonido de sus vocablos les hace solicitar un deletreo cada vez que oyen un nombre propio o de familia que no les suena. La verdad es que en ambos casos (acentos y reglas para todos), la RAE se ha visto obligada a hacer expresa la cotidianeidad de mayúsculas y nombres propios, lo que da una idea de la considerable extensión del mito… Caso aparte, cierto es, suponen los nombres propios, en tanto en cuanto nadie puede inmiscuirse en cómo queremos llamar a un personaje de ficción o a nuestro hijo. En román paladino, la palabra descendiente de la “laetitia” latina (“alegría”) habría de ser “leticia”, pero a los padres de la futura reina de España les gustaba el toque distintivo de la zeta… Cada uno es cada uno, pero es como llamar "Alverto" a alguien. ¿Se puede? Sí. ¿Es raro? También…

viernes, junio 15, 2007

La importancia de hablar mal

Sí, sí… sin caer en la chabacanería que detesto, pero tampoco en el melindre léxico (cierto es que cada vez menos frecuente), no podemos negar la importancia de las expresiones malsonantes en el día a día. Sin datos contrastables, pero conociendo los mecanismos inexplorados de liberación que operan en nuestro ánimo, ¿quién nos asegura que un buen taco a tiempo no ha parado las ganas de declarar una guerra, iniciar un divorcio o una mala pelea con un buen amigo?. Aquí ya tratamos algunos insultos “fuertes” y aquí pocos leves más; vayamos ahora a por la psicología del malhablado puntual… no lo nieguen: todos nosotros.

Miguel Ángel PortugalEl otro día en la radio teníamos al actual entrenador del Racing de Santander, Miguel Ángel Portugal. Es época de promociones y salvaciones futbolísticas y las noticias o rumores sobre las primas a terceros están a la orden del día. En un momento, una pregunta muy concreta sobre la existencia o falta de dinero escondido de otros clubes en el vestuario del equipo cántabro al técnico por parte del director del programa, Walter García… uno esperaba la respuesta de siempre… “no, eso no sucede, somos profesionales…”. Pero Portugal respondió esto:

“Los jugadores son profesionales y los míos, en cada partido, se dejan los cojones en el campo, sudan lo que haga falta, corren… siempre para ganar”

Mucho antes de darme cuenta de la palabra altisonante usada dentro de una entrevista con correcto léxico, el burgalés me había convencido, precisamente, por el uso de ese vocablo y la entonación que le dio. Es decir, yo ya, no es que considere que no hay primas en el Racing, pero sí que Portugal no es consciente de ello. Incluso con su aseveración, el técnico podría haberme engañado, pero tendrían que haber escuchado aquel “cojones”… Y a eso vamos en este artículo: la fuerza del taco, de la expresión vulgar bien utilizada es enorme, bien dosificada.

Si el empleo de “malas palabras” no es habitual de alguien, la vorágine de sensaciones que desata en el oído ajeno es tremenda. El enfado, la seguridad, la determinación e infinidad de concreciones relacionadas con la agresividad de quien se siente dolido, engañado, frenado, menospreciado, intenso, fuerte… se manifiestan con un buen mal vocablo en el momento justo. Y todo rodeado de corrección, de buenas formas. Sí, no hace falta ser vulgar de continuo para decir un “cojones” bien dicho, sólo en las 4 ó 5 veces al año que convenga (sí, sí, lo he medido, de media). De hecho, el que regala a diestro y siniestro cagüentales y hostias a tutiplén nunca conseguirá el efecto que aquí describo. Rematando: no defiendo que sólo el que habla mal se carga de verdad, pero sí que, en determinados momentos, un taco y su entonación correcta ayudan a sacar tu razón. Porque, siendo sinceros, creo que nunca, en la situación actual del Racing (con sobresaliente temporada a sus espaldas, sin jugarse nada y enfrentándose a equipos que tienen mucho que perder y ganar), nunca hubiese creído a un Miguel Ángel Portugal diciendo “mis jugadores son profesionales y sólo cobran su nómina” sin un buen “cojones” y la forma en la que lo soltó.

¿Por qué “cojón” estuvo ausente del diccionario de la RAE desde su edición de 1783 hasta justo dos siglos después, la de 1983? Pues no lo sé y no me gusta no saberlo ¡cojones!.

viernes, junio 08, 2007

Eñe bonita

Mal me parece que los juegos autorreferentes a la hora de hablar de la eñe estén demasiado en uso. Pareciera que llego tarde a poder titular este artículo como me da la gana, como “La Ñ añorada por Internet” o “Defensa de la eñe sin ñoñerías”. Da igual. Parece que, al enésimo intento, nuestra eñe entrará en la red de redes; así titulan al menos los diarios españoles (“Los dominios ".es" admitirán la letra "ñ" y acentos a partir de octubre”)… y eso es una buena noticia. Repasemos la letra.

Como en tantas y tantas cosas, los territorios romances debieron buscar la forma de adaptar los recovecos de la lengua latina a sus gustos y comodidades. Uno de los embrollos para los bárbaros era el fonema “gn”, propio del latín vulgar. El catalán lo acogió como “ny” (ahora se dice, por ejemplo, Espanya), el francés y el italiano lo dejaron como estaba (“gn”, Espagne y Spagna) y los gallegos –y portugueses- optaron por el dígrafo “nh” (Espanha). Al castellano antiguo le resultó cómodo representar ese sonido con dos enes (“nn”) y así empezó todo. No se crean, por cierto, que resulta muy fácil encontrar palabras con ese sonido que sigan existiendo en todas las lenguas romances a citar –por ello he tenido que usar la facilona “Espanna”-.

Ese uso castellano arcaico del dígrafo “nn” para el sonido eñe actual es fácilmente observable en la cándida y adorable obra del primer poeta de nombre conocido en español: Gonzalo de Berceo y sus “Milagros de Nuestra Señora”. Con su cuaderna vía clerical que pretendía acercarse al gusto vulgar para enganchar (éste sí sabía lo que era el marketing y no nosotros, que lo hemos olvidado) nos encandilaba así en el milagro IX, cuaderna 222 (numeración según Michael Gerli), cuando nos cuenta la reacción de un obispo al que le chivan que uno de sus curas sólo sabe decir misa sobre la Virgen:

Fo dura-ment movido el obispo a sanna,
diçie: “nunqua de preste oí atal hazanna”
disso: “diçít al fijo de la mala putanna
que venga ante mi, non lo pare por manna”

XVI, 352:

Enna villa de Borges una çibdat estranna
cuntió en essi tiempo una buena hazanna:
Sonada es en Françia, si faz en Alemanna,
bien es de los miraclos semeiant e calanna

Y en el XXV, 884… ojito con el diablo que quien de él no se cuida…

Oid, dixo, varones, una fiera azanna,
nunqua en est sieglo la oiestes tamanna,
veredes el diablo que trae mala manna,
los que non se le guardan, tan mal que los enganna

Solo he cogido las cuadernas más representativas. En la Edad Media, generalizando, no debía haber abundancia más que en la pobreza, riqueza en escasez y opulencia de miseria. El papel era a menudo apreciado y escaso y se hacía imperativo ahorrar. Ese dígrafo “nn” comenzó a dibujarse como una sola ene y otra menor encima (lo que hoy llamamos virgulilla). Pero lo explica mejor la primera edición del DRAE en la que la eñe se separó de la ene, la de 1803:

“Decimoséptima letra de nuestro alfabeto, la qual es un carácter á que se ha atribuido en castellano el particular sonido que se percibe en las voces maña, niñez, pañito, mañoso. Los italianos y franceses tienen esta pronunciación y la explican con la gn, y nosotros en alguna voces convertimos la gn del origen en ñ; y así de ignorare latino se dixo en lo antiguo iñorar, iñorante, y hoy decimos tamaño, que viene de tam magnus, y leño de lignum.

En los tiempos más antiguos de nuestra lengua se explicó con dos nn juntas esta pronunciación y algunos se han persuadido á que la tilde sobre la n, como hoy su usa se introduxo para denotar la otra n que se omite al modo que la tilde puesta sobre las vocales se usó freqüentemente en lugar de n.”


Una letra miembro de palabras tan importantes como el nombre de nuestro país, parte del final de tantos y tantos gentilicios en español, de adjetivos tan poderosos como “huraño” y cálidos como “hogareño”, de sustantivos capitales como “niño” o “ñu”… con una historia tan bonita como la que acabamos de contar, merece sobrevivir a “Internet”. Se dirá que la falta de la eñe en los teclados de los países de habla no hispana, e incluso la mediocridad de sus programas informáticos, que no la admitirán, impedirá que la letra llegue allende nuestras fronteras Iberoamericanas. Pero por ahí se empieza. Además, es lo mismo que decir que la reivindicación de lo nuestro frente a la modernidad anglosajona se queda dentro, para nosotros, nuestra cabeza y nuestros hijos… visto cómo se hacen nuestras cosas hoy en día… ¿les parece poco?.

viernes, junio 01, 2007

Sólo estar durmiendo es mejor que estar dormido

Caricatura de Émile Littré (1801-1881), Biblioteca Nacional de ParisLa historia de la anécdota nos deja perlas riquísimas en cuanto al uso del lenguaje en situaciones delicadas y contextos cultos. Émile Littré fue un político y lexicólogo francés del siglo XIX. Se encontraba cierto día impropiamente encamado con su criada, cuando su esposa entró en la habitación. En el proceso judicial de divorcio, parece que la risa estalló cuando el propio Littré (creador del afamado “diccionario Littré” francés) con frialdad decimonónica, relató el diálogo que tuvo lugar, comenzado por su mujer:

-Emile, estoy sorprendida…
-No, querida –reconvino Littré- tú estás asombrada. El sorprendido soy yo.


Don Camilo José Cela (1916-2002)Y es que, en efecto, “sorprendido” fue. La corrección en el habla en momentos de crisis demuestra un dominio importante del idioma o un culto mecanismo de defensa/respuesta… o las dos cosas. En nuestro país e idioma es conocida la respuesta de Camilo José Cela, en su época de senador, cuando un colega de cámara le recriminó por estar amodorrado en su escaño…

-¡Señor Cela, está usted durmiendo!
-No, estoy dormido –respondió Cela
-¡Es lo mismo!
-No, no es lo mismo. No es igual estar durmiendo que estar dormido, al igual que no es lo mismo estar jodiendo que estar jodido


Claro, con obviedad, si el verbo admite dos posiciones, una activa y otra pasiva, una objetiva y otra subjetiva, los significados de su conjugación o sus distintas formas pueden diferir. Los que tengan edad suficiente ya habrán entendido el carácter distinto de las segundas formas propuestas por “don Camilo”… Lingüística y gramaticalmente, el “estar durmiendo” es una acción que se lleva a cabo, mientras “estar dormido” es el estado del individuo en brazos de Morfeo. Resumiendo: ambas expresiones significan exactamente lo mismo. Navegando por Internet me he encontrado con estos intentos de una persona por explicar la popular expresión:

Primer intento -> No es lo mismo estar durmiendo que estar dormido. Estar durmiendo es estar ya durmiendo y estar dormido es estar dormido.
Segundo intento ->
Estar dormido es estar entre penumbra que ni estás ni no estás, durmiendo, por supuesto.
Tercer intento ->
Estar durmiendo es estar durmiendo en la cama o en el sofá sumergido en tus sueños y estar dormido es estar adormitado, que estás y no estás.
Cuarto intento -> Estar durmiendo es la acción de dormir y dormido es el estado en que te encuentras. (Debería haberlo dejado ahí, pero no…)

Último intento -> Si estás durmiendo no puedes hacer nada más, ni comer, ni cocinar... porque estás tumbado o sentado y estás dormido. Estar dormido es que estás en estado de semi consciencia y la parte que está consciente te permite escribir, comer... es decir, que puedes estar dormido y hacer otras cosas.

Convenimos en la cuarta, ¿vale?. Existen verbos sin lados, sin variedad de posiciones que, por uso y semántica también cambian de significado dependiendo de si elegimos el gerundio o el participio/adjetivo, como “beber”. Alguien puede “estar bebiendo” lo que sea sin “estar bebido” (o “borracho” que es lo que se entendería con esa expresión aquí). Esto tiene un truco/explicación: cuando decimos que alguien está “bebido”, usamos el adjetivo del verbo (con origen en el participio homónimo, sí); ese participio sería usado en el caso de cosas que hayan sido bebidas, como en “la botella fue bebida de un trago” (algo rara la expresión, sí). En cualquier caso son las típicas diferencias que se conocen con el uso del idioma y que cuestan de adquirir en el caso de los aprendices del lenguaje español.

De todas formas, las dicotomías posibles (tantas como verbos disponibles y mentalidades existentes) se prestan mejor que nada para la poesía, la imaginación y el surrealismo, como en aquella canción de 1990, plena de sensibilidad y emoción, de Siniestro Total, “Camino de la cama”:

En memoria de Morfeo,
tengo a media hasta el párpado.
Es la hora de la siesta,
veo un tronco y una sierra
y un rebaño de ovejitas
y un montón de zetas.

La Coca Cola sin cafeína,
el Nescafé descafeinado
y la cama ya me espera
horizontal o vertical,
yo prefiero horizontal
y a dormir a pierna suelta…

Colecciono moscas, moscas tse-tse
bebo cloroformo y meriendo valium diez…

Camino de la cama es el mejor camino,
sólo estar durmiendo es mejor que estar dormido

viernes, mayo 25, 2007

Spañish espanglis

Pues ¿qué quieren que les diga? Yo sigo sin explicármelo. Hace un tiempo, repasábamos las características del espanglis español. Quizá entonces nos circunscribimos más al lenguaje contaminado del hablante. Hoy les toca quedarse perplejos (y, con suerte, concienciarse) conmigo del estado de la invasión.

No hará mucho, me encontraba viendo el canal de televisión Discovery Channel; es curioso que, como la emisión es para toda la Península Ibérica, todos los rótulos del canal están en portugués y en español. Ningún problema por ahí, pasa con muchas mercancías que son descargadas aquí o que tienen este fin indistinto, es una cuestión lógica de minimización de gastos. Pero hete aquí que me encuentro con una autopromoción de uno de sus programas…
Veo el portugués… pero ¿dónde está el rótulo “Trabajos sucios”? Pues sí, señores, el espacio reservado al español ha sido invadido, por el inglés… ¿alguien se lo explica? Había quedado, apagué la tele y me fui a duchar. Cogí el H&S…
¿Qué?... más cerca…
De nuevo… es normal que se pretenda reducir los gastos y destinar el mismo producto para toda la península… pero ¡está en inglés y en portugués! ¿y el español? ¿nadie más ve la tontería de esto? En fin… publicidad de la revista AR:
Un poco más cerca se verá mejor…
Aquí no hay multinacional por en medio, hay sólo una chorrada (con su permiso): llamar “tamaño pocket” al que, toda la vida, ha sido un “tamaño de bolsillo” o “tamaño bolsillo”. Por supuesto, de esto, al “pocket size” hay un paso… u know what I mean?

He dejado para el final mi favorito. Lo es porque éste sí que es fruto de la inocente ignorancia. Me imagino los chorretones de sudor de los académicos aprobando, por primera vez en la edición de 1992, la inclusión de un castellanizado “beicon” (del bacon inglés), sin explicarse por qué la gente no prefería la secular “panceta”. Los chorretones se debieron convertir en enrojecimiento crónico al verse obligados a adoptar, en la última edición del DRAE hasta la fecha (2001) “bacón”. Bueno, una de mis metas es ahorrarles disgustos a los pobres señores: trataré de que no vean esta carta de “restaurante”...
Acabando: quiero que se fijen en que, durante todo el artículo, mi perplejidad ha quedado patente, pero no he pedido ni una sola vez a los responsables de las marcas y empresas implicadas (AR, H&S, Discovery Channel…) una rectificación… Como en el caso del eslogan no traducido de McDonald´s en España, quien tiene que rectificar es la gran masa. Si de verdad nos chirriase ver inglés donde debería haber español, esta gente no lo usaría en sus productos en una práctica que deja traslucir mojigatería, inmadurez e incultura, a partes iguales, en la sociedad española.

viernes, mayo 18, 2007

Charla "El castellano cercano" (y II)

Viene de aquí
Y aquí y ahora la segunda y última parte de la charla "El castellano cercano" que impartí en la XXVI Feria del libro de Santander, el pasado 29 de Abril...

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-Eufemismos: Ordenanzas Reales de Carlos III (1768) (00:00)
-"Violencia de género" (02:50)
-Etimología: "candidato" (06:38)
-Importancia del latín (08:00)
-Desigualdad de los idiomas del mundo: "to google" (09:23)
-Despedida y tema (12:23)

lunes, mayo 14, 2007

Charla "El castellano cercano" (I)

No sin cierto retraso (por el que he de pedir perdón y echar, no obstante, la culpa a la dificultad de los propios tiempos por adaptarse a la tecnología que ellos mismos propician) puedo empezar a ofrecer (para concluir la semana que viene) unos fragmentos de la charla que, con el nombre de "El castellano cercano", tuve la oportunidad de impartir en la XXVI Feria del libro de Santander, el pasado 29 de Abril. Gracias a todos los asistentes y a los pacientes que decidan "darle al play"...

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-¿Castellano o español? (00:00)
-¡Santiago y cierra, España! (00:52)
-Escasez de influencia árabe en el español (04:00)
-Palabras favoritas: "pisaverde" (07:37)
-Etimología de algunos topónimos españoles (09:05)
-Eufemismos para tabús y mojigatería actual (12:05)


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