Firminus (272-303) fue hijo de Firmus, senador de la ciudad allá por los fines del siglo III, se convirtió al cristianismo y llegó a ser obispo de la villa de Amiens (Francia) de quien toma su nombre en el santoral (San Fermín de Amiens). Fue martirizado degollado por negarse a dejar de predicar la Palabra de Dios. Tanto su nombre como el de su padre provienen de los derivados del adjetivo latino firmus, -a, -um (en el caso de San Fermín, de firminus) que ha acabado en castellano como “firme”. Es patrón de Amiens, Lesaka y Pamplona, pero es nuestra pamplonica Pompaelo la que le ha dado fama mundial.
El origen primigenio de las fiestas es difícil de precisar, pero sobre el siglo XIII ya se constatan reuniones comerciales (mercados) coincidiendo con el principio del verano. Las fiestas religiosas ya había empezado a cobrar importancia siglos antes, incluso a sustituir algunas celebraciones paganas y la de San Fermín, que resultó ser la reunión de dos festejos de antes y después del verano, también. Estando en España, las corridas de toros no tardaron en aparecer, los encierros eran una forma (que no dejan de ser hoy en día, claro) de llevar las reses hasta la plaza y Hemingway y la explosión de los medios de comunicación en el siglo XX, hicieron el resto.
"La fiesta había comenzado de verdad, e iba a durar así, día y noche, a lo largo de toda una semana. Se seguiría bebiendo, bailando, haciendo ruido. Ocurrían cosas esos días que sólo podían suceder durante la fiesta. Todo adquiría un tinte de irrealidad y parecía que nada de lo que pasara en esos días pudiera tener consecuencias. Durante los Sanfermines, incluso en los momentos de relativa calma, se tenía la impresión de que había que gritar para manifestar cualquier comentario, si es que se quería ser oído. Se tenía la misma sensación a la hora de realizar cualquier cosa. Era una fiesta y duró siete días."
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Ernest Hemigway (“Fiesta”)
El caso del nombre de la ciudad de Pamplona es uno de esos de etimología toponímica que, por manida y reusada por el pueblo, se hacen oscuros en su cronología. Al igual que Mérida o Zaragoza su nombre hace mención y honor a un importante personaje, en este caso Cneo Pompeyo Magno, el famoso aliado –primero- y mortal enemigo –después- de Cayo Julio César. Al parecer de la Pompaelo original, la forma actual vendría de la evolución de un acusativo tardío, “Pompelona”.
Tanto es así que, además de todos los iconos de los que gozan los festejos, los “guiris” se han convertido en uno más. Transcribo una explicación sobre el origen del vocablo que yo mismo daba en los comentarios a mi artículo “Charnegos, euscaldunas y nada”:
“…Por cierto, como curiosidad, la palabra castellana "guiri" nace como acortamiento del término vasco y carlista "guiristino" ("cristino", en español), palabra que servía para separar y distinguir (…) a los partidarios de la reina Cristina…”
Otro icono, representación de la imagen colectiva que todos (y en esta ocasión con “todos” me refiero a “todo el mundo”) tenemos de los sanfermines son los toros. Los que todos los días del 7 al 14 de julio salen del redil de Santo Domingo para acabar en los chiqueros de la Monumental tienen sus ascendentes primigenios (bueno, la palabra que los designa) en el taurus latino. Sabemos que también hay relación histórica entre los anfiteatros donde los tauri eran lidiados y las plazas de toros actuales, ambos eran y son destinados a espectáculos violentos. Pero lo que alguno puede que no sepa es de la existencia de un gladiador especializado en exclusiva en la lucha contra el toro: como existía el retiarius (p. ej.), existía también el taurarius… ¿adivinan su actual forma española?
"Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabao las fiestas de San Fermín"
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