domingo, noviembre 18, 2007

El catecismo del modismo (I)

Me he propuesto escribir un nuevo catecismo. Será por entregas y responderá, más o menos, a la segunda acepción que el actual DRAE da para esa palabra: “obra que, redactada frecuentemente en preguntas y respuestas, contiene la exposición sucinta de alguna ciencia o arte”. Digo “más o menos” porque no será en forma de preguntas y respuestas y la ciencia o arte no será tal, sino una batería escogida de modismos españoles… ¡y lo bien que va a estar!

“A la vejez, viruelas”
Manuel Bretón de los Herreros, 1796-1873Lo usamos cuando describimos la actitud de personas de edad avanzada en actividades consideradas poco propias de sus años que, por tales, pueden, a veces, resultar peligrosas o perjudiciales. Al parecer, en los siglos XV y XVI se denominaba “viruelas” a todas las afecciones de la piel (a la viruela también, claro). Entre ellas se incluía el clásico acné juvenil, propio de las edades mozas, de ahí que “a la vejez viruelas” relacione la edad avanzada con un mal de adolescencia. La obra de Manuel de Bretón y Herreros, precisamente llamada “A la vejez viruelas”, escrita en 1817 y donde dos ancianos se enamoraban, reforzó literariamente la extensión y significado del modismo. Ya Leandro Fernández de Moratín en su “El viejo y la niña” (1794) había puesto en boca del personaje de Muñoz:

"Si todo el infierno
viniera a casa, no juzgo
que hubiera más embelecos
¡Caramba! Es cosa de chanza.
¿Yo agazaparme? Primero...
¡Digo! ¡A la vejez viruelas!
Yo debo de ser un leño,
un zarandillo, un..."

“A la virulé”
Tener algo “a la virulé” es tenerlo en malas condiciones, revuelto, amoratado (particularmente una parte del cuerpo y especialmente aplicado hoy en día al ojo). Proviene del francés, “bas roulé” que significa, literalmente, “bajo vuelto”. Se aplicaba a la moda proveniente de aquel país que hacía a las gentes doblarse las medias y calcetines en su extremo. En España nos resultó aquella una manía rara y retorcida (nunca mejor dicho) y lo comenzamos a aplicar a lo revuelto, doblado, curvo o, como en el caso del ojo, lo fuera de su sitio, de lo normal.

Juan Prim y Prats (16 de diciembre de 1814 - 27 de diciembre de 1870“A mí, plin”
Es atractiva (ya saben, por histórica y demás) la teoría que por ahí corre que relaciona el origen de ese “plin” con el general español Juan Prim y Prats. Cuando alguien usa esta expresión, quiere significar que el objeto de su discurso le importa poco más de tres narices o un pimiento… poquito, vamos. Como digo es improbable la corrupción del apellido de don Juan para conformar el modismo, pero hasta se ha creado una teoría con corpus y todo. Dicen que “a mí, Prim” sería lo que podría responder alguien que, tras ser preguntado por sus inclinaciones políticas en ese XIX español tan revuelto, quisiese significarse cercano al general miquelete. Lo más probable, no obstante es que "plin" tenga origen popular expresivo, sin más. Por cierto que ese “mí”, para entendernos todos, ha de ser con tilde (ya que es el pronombre personal y no el posesivo, apócope de “mío” que es sin ella –“mi”-).

“A palo seco”
Usualmente suele ser comer algo sin bebida que lo acompañe pero, como extensión (aunque ya se ha extendido bastante su uso desde su origen, ya verán) se puede aplicar a hacer cualquier cosa sin una herramienta, acción o lo que sea acompañante típico y normal. En un principio fue expresión propia del argot marinero (como tantas y tantas cosas en el idioma proveniente de este istmo español –ver La homonimia marinera, como ejemplo-). Así, “navegar a palo seco” era hacerlo, según el DRAE, “con las velas recogidas”. La expresión desembarcó y ahora se usa con el sentido que explicamos y conocemos. En 1608, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl escribía su “Viaje a la América meridional”; en él dijo:

“…y el viento por el sur, saltó repentinamente al oeste á las dos de la tarde con tanta fuerza que obligó á aferrar todas las velas y hacer capa á palo seco, no siendo possible que aguantasse ninguna segun la violencia de las ráfagas…”

Francisco Martínez de la Rosa (Granada, 10 de marzo de 1787 - Madrid, 7 de febrero de 1862)Doscientos y pico años más tarde el político liberal y escritor granadino Francisco Martínez de la Rosa dejó, en su “Amor de padre”, el otro uso del modismo plasmado; decía el personaje del capitán de la citada obra, en la escena V del acto III:

“Recoged ahora esos trebejos... Llevémoslos a la cueva; los juntaremos con los demás, y cuando estemos todos reunidos se hará el reparto como es regular... Pero así que cada cual haya guardado lo suyo, si otro se atreviese ni siquiera a mirarlo... Ya sabéis que no necesito alguaciles ni verdugos para hacer justicia a palo seco”

Dos Presidentes del Consejo de Ministros en el XIX para esta primera entrega del “Catecismo del modismo”… no está mal… no, es curioso. ¡Nos vamos! ¡Nos vemos!

5 comentarios:

tuseeketh dijo...

Muy interesante, como siempre. Gracias por hacerme pasar estos buenos ratos con cada nueva publicación.

Fran J. Girao dijo...

Muchísimas gracias amigo, por tus amables y animantes palabras.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Nos ha gustado mucho tu blog. Hemos añadido un enlace a Eutropelia, nuestro blog de recursos para diferentes lenguas :)
http://eutropelia.wordpress.com/2007/11/26/el-castellano-actual/

Un saludo

El Guardián dijo...

Excelso y aleccionador. Me gusta leer tu buen gusto y tu amor por el lenguaje, de ello aprendo y me intereso. Es el instrumento esencial de inteligencia humana. Disfruto de tu blog, una perla en un mar de nadas.

Fran J. Girao dijo...

Muchas gracias por vuestros alentadores halagos y comentarios. Ayudan a seguir, de verdad.

Un saludo.