viernes, septiembre 28, 2007

Juntos y separados

El tema se parece (y no en vano tiene lingüísticamente que ver) con aquel que ya tratamos del calambur. Allí ya decíamos…

“El calambur es una figura retórica que aparece cuando, reagrupando las sílabas de una oración, frase o palabra, estas dan un significado distinto”

Los ejemplos diarios son decenas en castellano. Vamos a pasar algo de tiempo hoy revisando algunos de ellos. Existe un primer grupo que quiero resolver rápido. Es el de las palabras que pueden escribirse juntas o separadas; su significado no varía, simplemente se pueden escribir de las dos formas. Es el caso de “cortocircuito” (que puede ser “corto circuito”), de “deprisa” (que también es “de prisa") y de “tal vez” (que se escribe igualmente “talvez”).

Las palabras y expresiones que más me llaman la atención son las que cambian su categoría gramatical, incluso su sentido, dependiendo de si sus elementos se escriben juntos o separados. Obviamente todas las aquí seleccionadas (que, como casi siempre, no están todas las que son en castellano, pero sí que son todas las que están) se encuentran relacionadas. Normalmente de una salió la otra. He intentado simular un diálogo (que ha resultado un auténtico diálogo de besugos) usando ambas opciones consecutivamente para aclarar sus diferencias… allá va:

Adiós (interjección): ¡Adiós Chuchi!
A Dios (prep.+nombre): ¿Cómo que adiós? No me líes. Si acabas de llegar… Nunca sé por dónde sales y he de encomendarme a Dios.

Conque (conj. ilativa): Conque esas tenemos…
Con qué (prep.+pron. int.): ¿Con qué me vas a impedir que te diga lo que quiero?

Correveidile (sust.): Eres un correveidile
Corre, ve y dile (verbo, verbo y verbo): ¿Sí? Pues anda, o mejor, corre, ve y dile al jefe lo que quieras de mí

Malentendido (sust.): Vale, vale, ha sido un malentendido…
Mal entendido (adverbio+participio): ¿Que yo he entendido mal qué? ¿Qué he mal entendido?

Medianoche (sust.): Nada, nada, que con este diálogo de besugos nos da la medianoche aquí…
Media noche (adj.+sust.): Como si estamos aquí media noche… lo tenemos que dejar todo claro…

Mediodía (sust.): De todas formas tampoco será para tanto porque acabamos de pasar el mediodía…
Medio día (adj.+sust.): Sí… y tampoco vamos a estar aquí medio día diciendo tonterías…

Porsiacaso (sust.): Sacaré de mi porsiacaso (en Argentina y Venezuela “alforja o saco pequeño en que se llevan provisiones de viaje”) un tentempié para quitar la gazuza…
Por si acaso (prep.+prep+adv.): Yo todavía no tengo hambre, pero sácalo por si acaso luego me entra

Porvenir (sust.): ¿Qué porvenir nos espera, Chuchi?
Por venir (prep.+verbo): Quién sabe… todo está por venir…

Quehacer (sust.): ¿sabes que no sabía que entraría a esta hora y cuando has ido a llamarme corriendo a la redacción interrumpiste mi quehacer?
Que hacer (pron.+verb.): Pensé que no tenías nada que hacer…

Sinnúmero (sust.): Pues un sinnúmero de cosas tenía que hacer, no te digo más…
Sin número (prep.+sust.): Ahora que dices eso, ayer en la cola del DNI me quedé sin número… y sin DNI, claro

Sinvergüenza (sust.): Tú eres un sinvergüenza… seguro que te quedaste en la cama, llegaste tarde a la comisaría y ahora dices que te quedaste sin número
Sin vergüenza (prep.+sust.): No, no… sin vergüenza te digo que soy perezoso, pero no ayer…

Sino (sust): En fin… con esa carita, es mi sino, creerte y apoyarte siempre, Chuchi…
Si no (prep.+adv.): Es que si no, no serías mi amigo, te echaría de mi casa…

Sobretodo (sust.): Bueno… cogería mi sobretodo del perchero y a la calle…
Sobre todo (prep.+adj.): No, no te vayas… sobre todo, Fran, no te vayas… que era broma

Vivalavirgen (sust.): Ay, Chuchi, Chuchi… si es que eres un vivalavirgen…
Viva la Virgen (imp.+art.+nombre): Eso, eso… ¡Viva la Virgen del Pilar!

Sin duda, con una relación semántica clara, esta última es mi favorita…

viernes, septiembre 21, 2007

Mis palabras italianas favoritas

Templo pro helénico de Segesta, s.V a.C.La excusa ha sido un viaje de una semana para descansar, coger impulso y conocer la isla de Sicilia. El tema es, como en muchas ocasiones, el origen curioso o destacado de palabras españolas, en esta ocasión, con ascendencia italiana. ¿El descubrimiento? La certeza de que no hay por qué hablar inglés para hacernos entender en la tierra de nuestros hermanos italianos... pero eso, para más adelante.

El diccionario de la Real Academia reconoce quinientas noventa y dos (592) palabras españolas de origen italiano en sus tres variantes (el regular –la mayoría, quinientas setenta y cuatro-, el italiano antiguo –con diez- y el dialectal –con ocho-). De manera informal y pretendidamente nada académica he dividido las palabras que trataré (no todas las que son) en tres grupos:

Italianas per se
Existen siempre que un idioma presta palabras a otro: un porcentaje altamente variable de estas corresponden a conceptos propios de la lengua y/o la cultura cedente. El primer caso es el del capo. En castellano es el jefe de una organización ilegal y, mirando a Italia, de alguna de las subdivisiones de la mafia; allí no deja de ser un simple responsable, jefe o cabeza de cualquier organización. Proviene del latín caput, -itis (cabeza) -al igual que "capitán"-, por suponer la parte alta y dirigente de la citada estructura. Condotiero también es español y era, en origen "il condottiere", el cabecilla de los ejércitos mercenarios italianos. Por extensión pasó a denominar a los líderes de este tipo de jerarquías militares en cualquier lugar del mundo. El fascismo fue un invento italiano y con ese nombre pasó al español y al resto del mundo. Qué decir del queso gorgonzola (de "Gorgonzola", la localidad cercana a Milán que le da nombre) o de la tarantela (del italiano "tarantella"), ese baile napolitano que, por su movido ritmo ha dado lugar a una expresión en castellano como "darle a alguien la tarantela", cuando cambia de parecer inesperada, irreflexiva y/o rápidamente.

Artes y Renacimiento
Italia fue la cuna de la civilización latina y de la vuelta a su manifestación artística con el Renacimiento, que se extendió por toda Europa al final de la Edad Media. Todo ello, razón de ser de tanto y tanto en nosotros, ha de dejar huella en el lenguaje. Echemos un vistazo rápido al léxico español con origen italiano relacionado con el arte y el Renacimiento.

ÉriceLa isla de Sicilia, en la que me encuentro en estos momentos, ha sido codiciada y conquistada por multitud de naciones, imperios, razas y credos. Las invasiones sarracenas eran una realidad y, cuando no lo fueron, los reyes normandos gustaban del uso de maestros árabes que daban un tinte mahometano (aunque cristiano en la base) a metopas, mosaicos, cúpulas y estatuas. Extendido a Italia y luego al mundo, ese tinte fue conocido como el arabesco (del italiano "arabesco"). Siguiendo en arquitectura, la arquivolta (la decoración multiplicada del arco) viene de la "archivolta" italiana, palabra (con ch) que también es española. Nos refiere a las vueltas ("voltas") supuestamente dadas por el arco para lucir como luce o, en una formulación anterior de la palabra ("archivolto"), a un "arco vuelto". En la comedia dell´arte (las representaciones con personajes fijos y diálogos improvisados que comenzaron en el Renacimiento) uno de sus protagonistas era Arlequín (del italiano "arlecchino" y este del nombre francés de un diablo, Hellequin) que en español tiene ese mismo significado y, por extensión alguien gracioso, un payaso o la persona vestida como él (con traje a cuadros o rombos blancos y negros). No se me ocurre mejor ocasión para vestirse de arlequín que en carnaval. El mismo proviene del "carnevale", que había sufrido una haplología -la amputación de una sílaba de una palabra similar a otra cercana- del original carnelevare, que hacía referencia a la prohibición del consumo de carne en las épocas tocantes a la Cuaresma. Del italiano (y quizá de esa época dieciochesca en la que el carnaval de nuestros hermanos tomó relevancia mundial) también proviene travestido; me pregunto si tendrá origen carnavalesco porque, en principio, el travestido (de "travestito") no era más que alguien con ropas que, bien por no ser habituales en él, bien por ocultarlo, impedían su identificación. De ahí pasó, como sabemos, al hombre vestido de mujer... por distintas razones.

Importantes y variadas
Al contrario de lo que vimos en el léxico español de origen árabe, nuestras palabras con cuna italiana no sólo tienen una importancia vital en el día a día sino que, además, en muchas ocasiones no cuentan con sinónimos exactos. Lo que sigue es una categoría un poco cajón desastre, sí, pero es que si ustedes encuentran una relación semántica en las palabras que siguen, escríbanme, porque les doy un premio...

Bronce viene del italiano "bronzo". Éste hacía referencia a las partidas de este material provinientes de Brindisi, al parecer, antiguamente, el bronce por antonomasia. Cabriolas pudieron dar los manufactureros de esa ciudad cuando se supieron de los más apreciados del mundo. Lo que quizá nunca supieron es que, en español, sus volteretas nos remiten a la "capriola" italiana (con el mismo significado) que hace referencia a los saltos y brincos de la "capra", de la cabra. La palabra café también nos viene del idioma italiano, pero en este caso (situación muy frecuente en los préstamos de palabras entre idiomas) es un mero trasmisor; en efecto tenemos el "caffe" que nos llegó a nosotros, pero antes estaba el "kahve" turco (palabra aún utilizada hoy en día en Anatolia y Estambul). Campeón, en un caso análogo al que vimos con "máster" (pero de manera más antigua, ya que "máster" está en nuestro vocabulario desde hace poco), salió del latino para penetrar a una lengua bárbara y volver a nosotros ya trasformado: del latín campus, los germanos tomaron "kamp", en el longobardo -pueblo invasor de Italia en el siglo VI- se transformó en "kamphio" y en la península itálica en "campione", para designar al vencedor, al dueño del campo de batalla.

La moda mundial le debe mucho al gusto italiano... pues esto viene de lejos. Corbata, por ejemplo, proviene del italiano "crovatta", que no es sino el gentilicio de Croacia; la tira de tela atada al cuello que portaban los jinetes de esa parte de Europa llamó tanto la atención como para tomar el nombre de sus portadores. Chaleco se cree que proviene del italiano "giulecco", quizá del turco "yelek".

La lista acaba, sí, pero sigue sorprendiendo por la importancia de las palabras (como dije) en nuestro idioma: pantano proviene del italiano "Pantanus", que debe nombre a un estanque concreto, de “paradero” desconocido, rotonda es "rotonda" en italiano y es, sin más, "redonda", un testaferro, según el DRAE- es aquella "persona que presta su nombre en un contrato, pretensión o negocio que en realidad es de otra persona" y se dice igual que en italiano, donde también significa, literalmente, "cabeza de hierro", el famoso juego del tute consiste en conseguir juntar "tutti" los reyes y "tutti" los caballos...

Porta Nuova, PalermoParamos porque ya nos hemos ido con creces del espacio que nos concedemos, pero podríamos seguir. Probablemente no sea la razón más importante pero sí una de ellas: el grado de identidad que he mostrado aquí entre el español y el italiano; con ello y conociendo historia y cultura (latinas) he tenido la certeza en este viaje de que no iba a hablar ni un poquito de inglés para hacerme entender, simplemente, en un país latino y romance con un idioma -además- tan similar al español como el italiano, no me dio la gana hablar el idioma bárbaro para hacerme entender. Ya había visitado Roma pero entonces no tuve tanto contacto con la gente como estoy teniendo ahora con los sicilianos (estuve menos tiempo). Si algo se dice totalmente distinto en italiano (nuestro "querer" no se usa en italiano) intentamos coger algún sinónimo en latín y ¡olé! ha pasado casi calcado al italiano. Esto no quiere decir que mi "reivindicación" no la puedan poner en practica aquellos sin nociones de latín... sinónimos españoles valdrán en muchos casos ("yo deseo", en lugar de "yo quiero" al oído italiano le sonará a su "io desidero", pegado al original latino, por cierto). Es todo, no hace falta hablar la lengua bárbara en terreno romance, no es necesario y, al menos a mí, no me ha dado la gana.

Un pequeño homenaje a esta pequeña gran isla que tan bien nos ha acogido: la única palabra que el dialecto siciliano donó al español es carriola, que es "cama baja o tarima con ruedas", originariamente era el "carro pequeño con tres ruedas, lucidamente vestido, en que solían pasearse las personas reales" y por extensión (mucha extensión, como verán) puede ser el nombre de un simple "patinete".

viernes, septiembre 07, 2007

El "supuestu" idioma "cántabru"

Hace dos semanas, el Presidente de la Comunidad Autónoma cántabra, Miguel Ángel Revilla calificaba el reivindicado por algunos como “idioma cántabro” como “castellano mal hablado”, despreciando la importancia y la postura de las gentes del CNC (“Concejo nacionaliegu cántabru”). Además, antes de mis vacaciones estivales de mi querido “Castellano actual” un lector me pidió que comentase una novedad editorial: un diccionario de términos cántabros… vamos a todo ello…

Miguel Ángel Revilla RoizEs imposible negar la peculiaridad de las expresiones y vocablos del interior de Cantabria pero, la “oveja” lo complica todo. La “oveja” (que es la madre del cordero, como diría mi viejo profesor de latín) es la falta de documentos escritos. La inexistencia de materia base de trabajo de los filólogos no permite a la mayoría decidirse de manera razonada y argumentada entre las dos posiciones básicas: idioma o no idioma. Es un problema que no tiene gallego y catalán que gozan de acreditada filiación latina, romance. La inercia del mesurado es, ante el panorama, dejar las cosas como están, esto es, que las lenguas cooficiales en España son el gallego, el catalán y el vasco. Punto. Volviendo a las posiciones antagónicas, ambas son, a mi entender y en general, demasiado exaltadas:

Posición 1: “Viva lo cántabru y el idioma cántabru. Cantabria nación”
“Es un idioma con entidad propia, descendiente del latín, por vía del tronco astur-leonés, que tiene idiomas derivados como el mirandés en Portugal, reconocido oficialmente en el país vecino. El “cántabru” tiene mucho que ver por el contacto con el castellano, pero es diferente a él”.

Posición 2: “¡Qué coño va a ser idioma, paleto!
“El habla cántabra no deja de ser castellano del pueblo. Las oes se hace “u” y listo. No desciende del latín, sino que es una perversión del castellano. Es, como dijo el Presidente, “castellano mal hablado”.

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No se asusten por el exabrupto en negrita. A poco que buceen en discusiones en línea sobre el tema, verán que el intercambio de opiniones y “lindezas” se produce en estos términos. Empecemos a hablar de cosas serias y fundadas: la falta de escritos es lo que ha impedido que ningún filólogo renombrado o estudioso hispanista califique al habla cántabra de “idioma” con entidad propia. A su favor como “idioma” se esgrime que la “u” cántabra final de los vocablos castellanos acabados en “o” no es sino algo que perdió el español y que el “cántabru” conservó más puro del latín: la terminación en “-um” del acusativo de la segunda y cuarta declinación. Del mismo modo se cree el uso de la “j” al principio de palabra una derivación del latino anterior a la “h” castellana (la semana pasada, en la sección “Tu opinión” del semanario cántabro Rakeros.com, ese era el ejemplo que ponía uno de los defensores del “idioma cántabro”). De ese caso concreto se puede esgrimir justo lo contrario, que es una derivación del castellano, de una hache aspirada

El problema, el citado: la falta de documentos impide asegurar qué ha sido primero, el huevo o la gallina, el “cántabru” o el español. Es de necios negar la peculiaridad existente en el interior de los valles de Cantabria pero hagamos un somero repaso a los títulos, simplemente los títulos, de prestigiosos filólogos e hispanistas que han estudiado esa peculiaridad:

-Penny, Ralph J. “El habla pasiega: ensayo de dialectología montañesa”, 1970.-Penny, Ralph J. “Estudio estructural del habla de Tudanca, Beihefte zur Zeitschrift für romanische Philologie”, 1978.
-Penny, Ralph J. “Vowel-Harmony in the Speech of the Montes de Pas (Santander)”, 1969. (“Armonía de las vocales en el discurso de los Montes de Pas”).
-Penny, Ralph J. “El dialectalismo de Peñas arriba”, 1980.

-García Lomas, A. “Estudio del dialecto popular montañés: fonética, etimologías y glosario de voces (apuntes para un libro)”, 1922

-Menéndez Pidal, R. "Un inédito de Pereda. Observaciones sobre el lenguaje popular de La Montaña", 1933.

Don Ramón Menéndez Pidal, 1869-1968Estos tres conocidos y prestigiosos eruditos son citados con frecuencia por los defensores de la existencia del “idioma cántabro” y, por él, muchas veces, de la “identidad nacional cántabra”. Pero fíjense, como decía, en los títulos: “habla”, “discurso”, “dialectalismo”, “dialecto”, “lenguaje popular”… El “idioma” o “lengua” no aparece por ningún lado. Todas son obras dedicadas a estudiar, catalogar y tratar de explicar las particularidades innegables del, de momento (y hasta que salga a la luz algún documento improbable y oculto) castellano en el interior de Cantabria. Los defensores hacen descender el cántabro de la amalgama astur-leonesa/bable, de ascendencia latina. Pero, por la misma escasez de escritos, incluso la independencia de este tronco del castellano está discutida, ¡imaginen una rama secundaria de ese árbol! Las grandes obras que hablan del “dialecto” cántabro son más una fotografía, una descripción, que una búsqueda de origen que, por otro lado, entraría más en el terreno de la especulación que otra cosa.

Las políticas cambian como los políticos y el hecho de que una supuesta hija del astur-leonés como es el mirandés esté oficialmente reconocida en Portugal da alas y fuerzas a los partidarios del “idioma cántabro” (que, por cierto, serían tomados mucho más en serio si no acompañasen sus asertos con impopular propaganda “nacionalista”). En cualquier caso hay más características que nos tiran para el lado de los escépticos. La heterogeneidad (los propios partidarios de la existencia del cántabro como idioma reconocen no menos de tres o cuatro variantes subregionales en una Comunidad tan pequeña como Cantabria), como pasó con el caso del éuscaro, que debió ser unificado –en el euskera batua-, pues en cada caserío se hablaba un idioma distinto; el número de hablantes (pocos miles, reducidos al interior de la región); la escasez de vocabulario de origen propio (la mayoría referente a utensilios y acciones rurales, en franco desuso y lastimosa desaparición) y, por el contrario, la infinidad de palabras de origen español (que sus partidarios reclaman latinas, argumento que no cuela en el caso de los equivalentes cántabros de “televisión”, “tractor” o “coche”).

Así las cosas, de momento y a falta de más información (que si no se ha conseguido ya, será difícil) los idiomas oficiales en España son el castellano, el vasco, el catalán y el gallego. Punto.