viernes, julio 20, 2007

De paseo

Es cierto que nunca se ha pretendido en este blog sacar a la luz pública las “vergüenzas lingüísticas” de la gente o compañeros de profesión periodística. Cuando se ha hecho, de manera excepcional y escondiendo el autor/protagonista, siempre fue porque consideré que la falta en concreto suponía una amenaza demasiado extendida. Nunca fue ECA, pues, un altavoz coñazo de fallos, salvo de aquellos importantes o epidémicos. Sin embargo, excepcionalmente, y sin otorgar a este pequeño escrito multimedia mayor importancia de la que tiene, me he propuesto relatar un pequeño paseo en busca específica de patadas (o patadones, o placajes, o palizas directamente) al diccionario y al español… ¿me acompañan?

Tras iniciar la jornada en el banco, al salir, me encuentro con una imagen que, enseguida, me trae a la cabeza aquel artículo mío de “Pérdido en la traducción”. Allí, decía lo siguiente…

“Tratando de evitar aluviones de demandas judiciales en el país de las mismas, hace mucho que las empresas de limpieza [estadounidenses] comenzaron a colocar en los suelos de tránsito público mojados por ellos, pequeños carteles que se sostienen de pie, y levantan unos 70 centímetros del suelo, con la leyenda “wet floor” (“suelo mojado”).
(...)
El otro día, al entrar en un hospital (de aquí, español), me encontré con una de esas advertencias en el suelo. El problema fue que pronto me di cuenta de que se trataba de una auténtica “pérdida en la traducción”… porque no había traducción. El cartel, en España, Europa, seguramente fabricado en Estados Unidos, rezaba: “wet floor”, sin mayor aclaración. No voy a negar que estuve tentado de hacerme el resbalado y demandar a la empresa por una pasta, alegando que no tengo ni pajolera idea del idioma inglés. Para la empresa de limpieza: no hay problema conmigo, lo aseguro, pero cuídense y no se preocupen, ¡hombre!, que no se pierde nada por traducir como “suelo mojado”…”

Eso fue hace unos cinco meses y medio. Pues bien… ¡imagínense la sorpresa! Miren lo que vi a la salida del banco:

¡Madre mía! ¡Ha aparecido el español! ¡Estamos en plena transición! Pero, por una vez, del inglés al castellano, en lugar de al revés… Me decido a ir a darme un buen homenaje en forma de desayuno para celebrar la recuperación de terreno en la batalla (que no en la guerra) de las señales anti-demanda por lesiones en suelo mojado. Me encuentro con esto en la carta de la cafetería:

Me rebuelbe algo la vista, sí, pero me trae a la mente aquel artículo en el que, tras arremeter contra el espanglis o el uso del inglés en los productos vendidos en España, reservé un cariñoso (sin ironías) espacio al mal uso del idioma propio por “inocente ignorancia”. Allí se podía ver, en una carta de cafetería similar a la de aquí arriba, algo así como “baicon” con huevos fritos… Termino el desayuno (por lo demás exquisito) y decido ir a estrenar el nuevo DVD a casa… Lo desembalo, abro la tapa y me encuentro con esto:

Me acerqué algo para verlo mejor (como Caperucita al lobo):

El uso del verbo “remover” podríamos discutirlo (ya que aunque podría casar con el significado que se quiere transmitir está usado como claro calco del inglés “remove”, que encaja mucho mejor en el contexto) pero la traducción (que no les engañe la posición de cada texto, el primero en escribirse fue el inglés) deja la duda… ¿para qué demonios quiero yo usar el protector?

Me empiezo a sentir mal y no, no es por la indigestión de alegría en el uso del idioma, no… tengo que ir al baño… allí estoy de estreno, también… tengo alfombrilla nueva, sin abrir:

¿Qué…?¿qué pone ahí?

Según el DRAE, algo exhausto es algo “enteramente agotado o falto de lo que necesita tener para hallarse en buen estado”. Es decir, que el control de calidad al que fue sometido el producto estaba obsoleto y he comprado una alfombrilla que se me va a deshacer bajo los pies… Querían decir “exhaustivo(s)”, que significa algo “que agota o apura por completo”. Algo exagerado para hablar de controles de calidad, sí, sobre todo muy manido (lo de los “exhaustivos controles”), también, pero más correcto –al menos en el sentido que suponemos que el fabricante quería usar- que “exhausto”…

Así que verdaderamente exhausto de analizar cada palabra que veo por la calle, marcho a comer a la preciosa villa marinera de Castro Urdiales. Buscando sitio para aparcar, me encuentro con este cartel:

Como a ustedes a mí eso de “cubrición” me sonó a que estaba fuera de lugar. Un rápido vistazo al DRAE me refresca la memoria. En efecto, “cubrimiento” es la palabra tipo para trasmitir el sustantivo de “cubrir”. “Cubrición” es algo más específico, ya que generalmente se refiere a un significado concreto de “cubrir”: “acción y efecto de cubrir ( el macho a la hembra)”… Volví para ver –por curiosidad- cómo el pisto cubría a la pista, pero no hubo suerte…

Aproveché la nueva visita a Castro para visitar a un amigo. Ya por la tarde, bajando por su portal, una empleada de una empresa de limpieza aseaba la vivienda. No me lo podía creer –no que la mujer limpiase, siga leyendo-. Me froté los ojos y seguía allí… era cierto…

Me metí en el coche silbando. Estaba feliz. Hasta me daba igual la falta de tilde en “atención”… La recuperación de terreno tuvo éxito. Me alegré, porque habíamos ganado la batalla (que no la guerra) de las señales anti-demanda por lesiones en suelo mojado.

viernes, julio 13, 2007

Por antonomasia

La Tentación de Santo Tomás de Aquino (1632/1633) de Velázquez (Museo Diocesano de Orihuela)
Es una locución adverbial bastante usada pero, probablemente muy desconocida (por la razón siempre prejuzgada de contener un cultismo). La antonomasia es esa figura retórica que hace que se use el apelativo en lugar del nombre propio o viceversa. Así, puedo hablar, como hacía Santo Tomás, de “el Filósofo”, en lugar de Aristóteles o de “un Judas” para referirme a un traidor. Lo que traslada que algo sea “por antonomasia” es que un uso de una determinada palabra se ha convertido en el principal o el justo, por ser su significado el más conocido o acertado; así pasa con un automóvil que, en principio, es cualquier mecanismo que sea capaz de moverse de manera autónoma, pero que todos asociamos, ya, al coche.

Hoy hablamos, entonces, de las palabras “por antonomasia”, de los significados que se han ganado el hueco de ser los primeros que acuden a nuestra mente, tras oír su significante. En muchos de los casos (la mayoría, en el diccionario español) las palabras antonomásticas tienen relación con la religión. Esto se explica debido al carácter y la vocación universal de lo sagrado, que pretende alcanzar, por definición, no sólo a todas las clases sociales y condiciones, sino a cualquier rincón de nuestra vida. Y es que una anunciación es un acto de anunciar, sin más, pero cuando nos referimos a “la Anunciación” a la mayoría se nos vienen a la cabeza el Arcángel San Gabriel y la Virgen María. Obviamente, tenemos que olvidarnos de las mayúsculas, que el respeto y la norma, con el tiempo, nos hizo poner a todos los ejemplos que doy en este párrafo. Como, hablando de lo que hablábamos, “la virgen”, que es la Virgen María. Sin mayor información un bautista es, solamente, alguien que bautiza, pero San Juan se ganó el apelativo y es quien se nos viene a la cabeza cuando oímos lo de “el Bautista”. “Inmaculada” significa, etimológicamente, “sin mancha” y puede aplicarse a cualquier cosa, pero dicho así, sin más adornos, para el común no deja de ser otra forma de llamar a la Virgen. En lo mismo, “natividad” (que es el nacimiento) tenemos todos, y “nazareno” es cualquiera nacido en Nazaret, pero la fama universal obliga y ambos términos nos remiten a la Navidad y al Nazareno divino, Jesús. Pero la figura no reina sólo en la Iglesia católica. Un “buda” (palabra directa del sánscrito) es, en principio, cualquiera que haya alcanzado la sabiduría perfecta; sin embargo (quizá por desconocimiento) al oír la palabra, a la mente, a la mayoría, les asiste la imagen del buda con mayúscula, del fundador del budismo.

Es verdad que, como hemos dicho, por la importancia que se le da (y, sobre todo, se le ha venido dando) a la religión, sus antonomasias imperan en el diccionario, pero hay multitud de ejemplos fuera de ella de los que en seguida pasamos a ver algunos representantes. No obstante no estará de más advertir aquí que la clasificación de acepciones en el “rango” de “por antonomasia” entra dentro de una valoración crítica que deja vislumbrar la subjetividad del redactor del glosario en cuestión. Es decir, enclavadas dentro de lo que la lexicología llama “transición semántica”, las antonomasias pueden crear palabras independientes y el hecho de considerar que un significado es el más significativo, puede apoyarse en datos, pero las más de las veces deja traslucir el pensamiento del autor. Así, la segunda acepción para “cabeza” del DRAE consta como:

2. f. por antonom. La de ovino preparada para comer,

con lo que muchos puede que no estén de acuerdo. Sin embargo el DRAE sí que reúne el pensar de muchos cuando da al “alcohol” el significado por antonomasia de “alcohol etílico”, el que la mayoría imagina cuando escucha la palabra. También reserva un lugar para la del cerdo, cuando define “corteza”, a los pedos, cuando habla de “gas” o a la anticonceptiva, cuando se fija en la “píldora”.

Volviendo con las mayúsculas, una reconquista no es más que volver a conquistar algo perdido, pero sabemos que es una, con letra de caja alta en la que pensamos cuando oímos la palabra, la de la península a los moros. Hemos dicho que los significados construidos “por antonomasia” pueden llegar a constituir palabras independientes (como los casos de mayúsculas de este pequeño artículo cuya importancia, a pesar de tener el mismo origen que sus homónimos, fagocita su origen) y así pasa con “tienda”. El establecimiento que dispensa comestibles, ropa, etc. no deja de ser una evolución de sus antepasados, que se albergaban en verdaderas “tiendas” de tela, debido a la precariedad de los tiempos pasados y al carácter ambulante de los vendedores.

Cerrando el concepto y el artículo… ¿sería muy exagerado decir que aspiramos a convertirnos en el blog de “el castellano actual” por antonomasia?

viernes, julio 06, 2007

Sanfermines 2007

Así, todo junto, “sanfermines”, porque el conjunto de festejos seculares ya tiene nombre para designarlos. Las fiestas de San Fermín en Pamplona son, pues, los sanfermines y este año tuve la suerte de volver, respondiendo a la amable invitación de mi amigo Javier Gutiérrez Pernía.

Firminus (272-303) fue hijo de Firmus, senador de la ciudad allá por los fines del siglo III, se convirtió al cristianismo y llegó a ser obispo de la villa de Amiens (Francia) de quien toma su nombre en el santoral (San Fermín de Amiens). Fue martirizado degollado por negarse a dejar de predicar la Palabra de Dios. Tanto su nombre como el de su padre provienen de los derivados del adjetivo latino firmus, -a, -um (en el caso de San Fermín, de firminus) que ha acabado en castellano como “firme”. Es patrón de Amiens, Lesaka y Pamplona, pero es nuestra pamplonica Pompaelo la que le ha dado fama mundial.

Estatua en honor a Ernest Hemingway en PamplonaEl origen primigenio de las fiestas es difícil de precisar, pero sobre el siglo XIII ya se constatan reuniones comerciales (mercados) coincidiendo con el principio del verano. Las fiestas religiosas ya había empezado a cobrar importancia siglos antes, incluso a sustituir algunas celebraciones paganas y la de San Fermín, que resultó ser la reunión de dos festejos de antes y después del verano, también. Estando en España, las corridas de toros no tardaron en aparecer, los encierros eran una forma (que no dejan de ser hoy en día, claro) de llevar las reses hasta la plaza y Hemingway y la explosión de los medios de comunicación en el siglo XX, hicieron el resto.

"La fiesta había comenzado de verdad, e iba a durar así, día y noche, a lo largo de toda una semana. Se seguiría bebiendo, bailando, haciendo ruido. Ocurrían cosas esos días que sólo podían suceder durante la fiesta. Todo adquiría un tinte de irrealidad y parecía que nada de lo que pasara en esos días pudiera tener consecuencias. Durante los Sanfermines, incluso en los momentos de relativa calma, se tenía la impresión de que había que gritar para manifestar cualquier comentario, si es que se quería ser oído. Se tenía la misma sensación a la hora de realizar cualquier cosa. Era una fiesta y duró siete días."
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Ernest Hemigway (“Fiesta”)

Busto de Pompeyo de la Ny Carlsberg Glyptotek, en CopenhageEl caso del nombre de la ciudad de Pamplona es uno de esos de etimología toponímica que, por manida y reusada por el pueblo, se hacen oscuros en su cronología. Al igual que Mérida o Zaragoza su nombre hace mención y honor a un importante personaje, en este caso Cneo Pompeyo Magno, el famoso aliado –primero- y mortal enemigo –después- de Cayo Julio César. Al parecer de la Pompaelo original, la forma actual vendría de la evolución de un acusativo tardío, “Pompelona”.

Tanto es así que, además de todos los iconos de los que gozan los festejos, los “guiris” se han convertido en uno más. Transcribo una explicación sobre el origen del vocablo que yo mismo daba en los comentarios a mi artículo “Charnegos, euscaldunas y nada”:

“…Por cierto, como curiosidad, la palabra castellana "guiri" nace como acortamiento del término vasco y carlista "guiristino" ("cristino", en español), palabra que servía para separar y distinguir (…) a los partidarios de la reina Cristina…”

Otro icono, representación de la imagen colectiva que todos (y en esta ocasión con “todos” me refiero a “todo el mundo”) tenemos de los sanfermines son los toros. Los que todos los días del 7 al 14 de julio salen del redil de Santo Domingo para acabar en los chiqueros de la Monumental tienen sus ascendentes primigenios (bueno, la palabra que los designa) en el taurus latino. Sabemos que también hay relación histórica entre los anfiteatros donde los tauri eran lidiados y las plazas de toros actuales, ambos eran y son destinados a espectáculos violentos. Pero lo que alguno puede que no sepa es de la existencia de un gladiador especializado en exclusiva en la lucha contra el toro: como existía el retiarius (p. ej.), existía también el taurarius… ¿adivinan su actual forma española?

"Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabao las fiestas de San Fermín"