Sí, sí… sin caer en la chabacanería que detesto, pero tampoco en el melindre léxico (cierto es que cada vez menos frecuente), no podemos negar la importancia de las expresiones malsonantes en el día a día. Sin datos contrastables, pero conociendo los mecanismos inexplorados de liberación que operan en nuestro ánimo, ¿quién nos asegura que un buen taco a tiempo no ha parado las ganas de declarar una guerra, iniciar un divorcio o una mala pelea con un buen amigo?. Aquí ya tratamos algunos insultos “fuertes” y aquí pocos leves más; vayamos ahora a por la psicología del malhablado puntual… no lo nieguen: todos nosotros.
El otro día en la radio teníamos al actual entrenador del Racing de Santander, Miguel Ángel Portugal. Es época de promociones y salvaciones futbolísticas y las noticias o rumores sobre las primas a terceros están a la orden del día. En un momento, una pregunta muy concreta sobre la existencia o falta de dinero escondido de otros clubes en el vestuario del equipo cántabro al técnico por parte del director del programa, Walter García… uno esperaba la respuesta de siempre… “no, eso no sucede, somos profesionales…”. Pero Portugal respondió esto:
“Los jugadores son profesionales y los míos, en cada partido, se dejan los cojones en el campo, sudan lo que haga falta, corren… siempre para ganar”
Mucho antes de darme cuenta de la palabra altisonante usada dentro de una entrevista con correcto léxico, el burgalés me había convencido, precisamente, por el uso de ese vocablo y la entonación que le dio. Es decir, yo ya, no es que considere que no hay primas en el Racing, pero sí que Portugal no es consciente de ello. Incluso con su aseveración, el técnico podría haberme engañado, pero tendrían que haber escuchado aquel “cojones”… Y a eso vamos en este artículo: la fuerza del taco, de la expresión vulgar bien utilizada es enorme, bien dosificada.
Si el empleo de “malas palabras” no es habitual de alguien, la vorágine de sensaciones que desata en el oído ajeno es tremenda. El enfado, la seguridad, la determinación e infinidad de concreciones relacionadas con la agresividad de quien se siente dolido, engañado, frenado, menospreciado, intenso, fuerte… se manifiestan con un buen mal vocablo en el momento justo. Y todo rodeado de corrección, de buenas formas. Sí, no hace falta ser vulgar de continuo para decir un “cojones” bien dicho, sólo en las 4 ó 5 veces al año que convenga (sí, sí, lo he medido, de media). De hecho, el que regala a diestro y siniestro cagüentales y hostias a tutiplén nunca conseguirá el efecto que aquí describo. Rematando: no defiendo que sólo el que habla mal se carga de verdad, pero sí que, en determinados momentos, un taco y su entonación correcta ayudan a sacar tu razón. Porque, siendo sinceros, creo que nunca, en la situación actual del Racing (con sobresaliente temporada a sus espaldas, sin jugarse nada y enfrentándose a equipos que tienen mucho que perder y ganar), nunca hubiese creído a un Miguel Ángel Portugal diciendo “mis jugadores son profesionales y sólo cobran su nómina” sin un buen “cojones” y la forma en la que lo soltó.
¿Por qué “cojón” estuvo ausente del diccionario de la RAE desde su edición de 1783 hasta justo dos siglos después, la de 1983? Pues no lo sé y no me gusta no saberlo ¡cojones!.
2 comentarios:
¡Qué interesante! Estimado amigo: Usted es capaz de encontrar sabiduría hsta en los términos más obscenos. Parece que el castellano en América ha desarrollado sus propias expresiones altisonantes, por lo visto desconocidas en la península. No es frecuente entre ustedes nuestro muy castizo: ¡Vete al carajo! o ¡Vete a la verga! ¿me equivoco? Eso de "tener cojones" lo hemos reemplazado por "tener pelotas". Existe una especie de "español intermedio" un "español estándar" que es el español que todos usamos y que nos permite entendernos más allá de nuestros regionalismos, y este español estándar alcanza hasta a las vulgaridades. Gracias, amigo, por ilustrarnos con su blog.
Un abrazo desde Panamá.
-Hermelo Altamiranda
Muchas gracias por sus palabras, siempre amables, Hermelo. Las expresiones que usted refiere no creo que sean, en España, tan descononidas como no usadas. Las conocemos, refiero, pero no las usamos (aunque sí "pelotas" y "carajo", pero mucho menos "verga"). Probablemente sean miembros de ese "español neutro" que usted menciona tan acertadamente.
Un abrazo.
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