Es un conocido refrán español. Si tenemos mucho contacto, si por el uso o la costumbre llegamos a conocer mucho algo o a alguien… le cogemos estima. La vinculación paterno-filial del latín con el español es tan estrecha, que no se puede negar ni la afinidad ni la identidad del uno con el otro. Tanto es así que hasta cariño podemos llegar a coger a palabras de significado, en principio, algo oscuro…
Por mucho que nos rocemos con los políticos que hacen creer que nos representan… no creo que les cojamos mucho cariño. Aún con eso, la mayoría de ellos han sido en algún momento, candidatos. La voz candidatus designaba en latín y la Roma clásica a aquel vestido de blanco. Para los romanos, el aspirante a cargo público debía gozar de un trasfondo y una carrera –así como su conciencia- sin mancha, blancos. El adjetivo latino candidus, -a, -um significaba, precisamente, todo ese cúmulo de virtudes: el blancor, la pulcritud, la decencia. El candidato era el “blanqueado”, el decente, el merecedor de elección para cargo público que, en determinados momentos de la Historia fue, literalmente, vestido de blanco tras oficializar su candidatura. Voz castellana, por cierto, que hubiese quedado en “candidado”, como muchos otros participios latinos (amado/amatus), si su círculo de uso hubiese sido algo más vulgar.
Se supone que, opuestamente, los ladrones tienen bien negra el alma. Los cacos… ¿cacos?. La mitología siempre pretendió dar una explicación plausible y fácil, para los conocimientos de la época, a los fenómenos naturales y sociológicos. Bien hizo Cacus, el temido ladrón, en robarle a Hércules el ganado… traspasó la oscuridad de los tiempos, haciéndose inmortal y le dio su nombre –más culto de lo que se cree hoy en día- a los vulgares ladrones, ¿no?.
Los guetos de las ciudades y sus malas zonas suelen ser poblados de ladrones… y prostitutas. No me duele en prendas confesar mi admiración por la etimología de esta palabra, una de las más bellas del castellano –a la par de triste-. Bastante relacionado con el proscrito, que tratamos en otra ocasión, la prostituta debe su nombre al verbo latino statuo. Relacionado con una gran variedad de palabras tocantes a la quietud, el estar parado (estar será un digno descendiente de alguna de ellas), el prefijo pro- le otorga un sentido público… desde la adición del pro- ya estaremos “parados”, enfrente de algo, frente a algo… Con ello, tenemos el significado pleno y original de la palabra “prostituta”: el de alguien que está parado, enfrente, mostrándose, exhibiéndose, frente a un público. Un artista puede estar frente al público, pero si alguien está frente a un público “quieto” es porque confía en otro tipo de “atractivos” que no sean su arte o habilidad actoral para atraer. Prostitución. Nuestro cariño y reconocimiento para los mimos y los artistas que actúan de estatuas humanas.
Prostitutas y estatuas humanas no engañan pues llevan su actividad en el nombre. Todo lo del párrafo anterior nos da buena, argumentada, basada y, lo mejor, culta libertad para calificar a 1.los especímenes que pueblan nuestras pantallas de televisión sin ninguna habilidad particular más que su propia exhibición o 2.los candidatos que, con discursos vacíos, sólo ponen la jeta ante la gente… (amigos a quien acabare de dar una arriesgada idea: no olviden añadir la coletilla “en su sentido etimológico” y cubrirse para recibir las respuestas).
No debemos dejar que nos quiten el estudio del latín. Por los párrafos anteriores se deduce que nos quitan herencia. Por lo que no procede contar en este espacio, nos quitan una herramienta que, durante siglos, nuestros antepasados utilizaron para expresar los sentimientos más bellos y las ideas más inteligentes de la Historia. ¿Por qué quieren electores que no se sepan expresar ni pensar?.
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