viernes, marzo 23, 2007

"Lúculo cena hoy con Lúculo"

“Lúculo cena hoy con Lúculo” pertenece a ese tipo de dichos con importante trasfondo y significado que se está perdiendo. El hecho de aludir a un personaje histórico, de la época de la República Romana, puede que suponga que, en castellano, no era una frase especialmente usada por el pueblo, sino más bien por las clases algo más cultivadas, pero no deja de hermanarse en su desuso actual in crescendo con “a cada cerdo le llega su San Martín” o “a la moza y a la parra alzallas la falda”

Lucio Licinio Lúculo (118-56 AC) fue un destacado militar romano (convertido a político y prohombre de Roma) cuyo mayor logro fue la victoria en la Tercera Guerra Mitridática (desde el 74 AC). De hecho, si no hubiese sido por la rebelión en las montañas de Armenia de sus propias tropas, hubiese perseguido a Mitrídates hasta el fin del mundo. Seis años después de empezar las hostilidades con Mitrídates del Ponto, Pompeyo lo relevó en el Busto de Lucio Cornelio Silamando y, disfrutando de la gloria bélica –que sus contemporáneos y las circunstancias le otorgarían 3 años después de tener lugar la guerra- se construyó un suntuoso complejo en las inmediaciones del monte Pincio, ya en Roma. Algunos historiadores compararían la opulencia de su villa con la posterior Domus Aurea de Nerón. Parte de las ocasiones que se le ofrecieron para el éxito se las debió a destacarse y darse a conocer siendo el único oficial que apoyó a Lucio Cornelio Sila –cuyo busto podemos ver en la foto de la izquierda- en su marcha sobre Roma (87 AC). Éste le devolvería sus servicios varias veces, en forma de nombramientos y favores.

El caso fue que, en su vejez, entre debates en el Senado van y vienen, intrigas aquí y allá, termas y juergas, los últimos diez años de la vida de Lúculo fueron dedicados al placer, la cultura y a gastar los botines conseguidos en Asia. Eran especialmente famosos los banquetes que daba a sus amigos. La anécdota que hoy nos interesa ocurrió en su palacio, una noche que, sin invitados, sus criados le sirvieron una cena “normal”, suponemos que como la del común de los romanos de su posición. Inquiriendo Lúculo el porqué de tanta “escasez” en su mesa, uno de sus sirvientes se explicó, aduciendo que como no tenía invitados, no habían considerado necesario preparar nada más. Es ahí cuando Lúculo protestaría, con su conocida frase:

“¿No sabías que hoy Lúculo tenía a cenar a Lúculo?”

El cuidado por uno mismo y la crítica contra la ruindad es lo que, a lo largo de los siglos, con ironía y desenfado, nos ha enseñado esta frase a sus descendientes latinos. Hoy en día no está de más aplicarse por norma el cuidar de lo nuestro al menos igual de bien que cuidamos lo que damos a los demás (siempre que nuestro altruismo, compromiso con los otros y buena educación estén fuera de toda duda). En España siempre se ha llevado mucho eso de diferenciar radicalmente las formas cuando estamos en presencia de compromisos y cuando estamos en intimidad (solos o con los más cercanos). Y claro, luego eso se nota cuando no queremos que se note… Pensando en Lúculo recordé esas partes de “El castellano viejo” de Larra:

Don Mariano José de Larra“Los días en que mi amigo no tiene convidados se contenta con una mesa baja, poco más que banqueta de zapatero, porque él y su mujer, como dice, ¿para qué quieren más? Desde la tal mesita, y como se sube el agua del pozo, hace subir la comida hasta la boca, adonde llega goteando después de una larga travesía; porque pensar que estas gentes han de tener una mesa regular, y estar cómodos todos los días del año, es pensar en lo escusado. Ya se concibe, pues, que la instalación de una gran mesa de convite era un acontecimiento en aquella casa; así que, se había creído capaz de contener catorce personas que éramos una mesa donde apenas podrían comer ocho cómodamente. Hubimos de sentarnos de medio lado como quien va a arrimar el hombro a la comida, y entablaron los codos de los convidados íntimas relaciones entre sí con la más fraternal inteligencia del mundo”
(…)
“¿Hay nada más ridículo que estas gentes que quieren pasar por finas en medio de la más crasa ignorancia de los usos sociales; que para obsequiarle le obligan a usted a comer y beber por fuerza, y no le dejan medio de hacer su gusto? ¿Por que habrá gentes que sólo quieren comer con alguna más limpieza los días de días?”
(…)
“¡Santo Dios, yo te doy gracias!, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de escaparse de una docena de perros y que oye ya apenas sus ladridos; para de aquí en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; líbrame de los convites caseros y de días de días; líbrame de estas casas en que es un convite un acontecimiento, en que sólo se pone la mesa decente para los convidados…”

Si es usted un egoísta que piensa sólo en sí mismo y que es precisamente conocido por ello, ¡deje Fray Antonio de Guevarade leer y olvide lo de antes!. ¡Ególatra!,¡avaro!, el tema de este escrito sólo se defiende si uno se descuida, si uno no ha aprendido a –como se suele decir- “quererse”… Lúculo acabó su feliz última década por, según cuenta la leyenda, una “sobredosis” de un filtro amoroso que le dio un criado, por nombre Calístenes. En España fue conocido gracias a fray Antonio de Guevara (1480-1545) natural de Treceño, actual Cantabria, franciscano y uno de los escritores renacentistas de mayor éxito europeo –ya saben que su falta de fama sólo se debe a un mal: su cuna-. Fray Antonio incluyó en el capítulo XVII de su “Menosprecio de corte y alabanza de aldea” (1539 y ¡ojo! traducido en los años siguientes al inglés, francés, italiano y alemán) estas palabras sobre Lúculo:

“Era la casa de Lúculo muy freqüentada de todos los capitanes que iban a Asia y de todos los embaxadores que venían a Roma; y como una noche no tuviese huéspedes y su despensero se excusase averle dado corta pobre cena porque no avía quien con él cenase, respondióle con muy buena gracia: “Aunque no avía huéspedes que cenassen con Lúculo, avías de pensar que Lúculo avía de cenar con Lúculo”.”

Ilustración sobre PlutarcoQuiero acabar con una cita del máximo valedor de Lucio Licinio Lúculo, el romano que, a través del túnel de la Historia nos mira para que nos cuidemos de la ruindad y la falta de mimo propio: Plutarco de Beocia y sus “Vidas paralelas”. Allí, la fuente original de la biografía primitiva de nuestro protagonista, al margen de explicar la vida completa de Lúculo –comparándola con la de Cimón de Atenas-, Plutarco justo al terminar de contar la anécdota-tema de nuestro escrito, (atención a los amigos que se gastaba Lucio Licinio) añade esto…

“Hablábase mucho de esto en Roma, como era regular, y viéndole un día desocupado en la plaza se le llegaron Cicerón y Pompeyo; aquel era uno de sus mayores y más íntimos amigos, y aunque con Pompeyo había tenido alguna desazón con motivo del mando del ejército, solían, sin embargo, hablarse y tratarse con afabilidad. Saludándole, pues, Cicerón, le preguntó si podrían tener un rato de conversación; y contestándole que sí, con instancia para ello, “Pues nosotros- le dijo- queremos cenar hoy en tu compañía, nada más que con lo que tengas dispuesto”. Procuró Lúculo excusarse, rogándoles que fuese en otro día; pero le dijeron que no venían en ello, ni le permitirían hablar a ninguno de sus criados, para que no diera la orden de que se hiciera mayor prevención, y sólo, a su ruego, condescendieron con que dijese en su presencia a uno de aquellos: “Hoy se ha de cenar en Apolo”, que era el nombre de uno de los más ricos salones de la casa, en lo que no echaron de ver que los chasqueaba, porque, según parece, cada cenador tenía arreglado su particular gasto en manjares, en música y en todas las demás prevenciones, y así, con sólo oír los criados dónde quería cenar, sabían ya qué era lo que habían de prevenir y con qué orden y aparato se había de disponer la cena, y en Apolo la tasa del gasto eran cincuenta mil dracmas. Concluida la cena, se quedó pasmado Pompeyo de que en tan breve tiempo se hubiera podido disponer un banquete tan costoso…”Inscripción honorífica a Lucio Licinio Lúculo, describiendo su triunfo contra Mitrídates

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, buen día.

Buscando el significado exacto de "Santiag cierra, España", me he topado con el blog, ¡vaya que es interesante! Mando una cordial y real felicitación, así como una petición: ¿me permites listar una liga de tu blog al mío?

Dale una leída, ¿vale?

Saludos desde México.

Fran J. Girao dijo...

Bueno, pues muchas gracias, güey... pero siento decirte que no entiendo qué quieres hacer realmente cuando me pides permiso para "listar un liga" del blog al tuyo... si te refieres a poner un enlace o incluir un pequeño extracto citando la fuente, ¡adelante!.

¡Saludos!

Orietta dijo...

Gracias! No recordaba exactamente el significado de la frase, que la había leído en "El Conde de Montecristo" de Dumas en mi adolescencia. No sólo me aclaró lo que quería saber, sino que me enriqueció y me abrió otras interrogantes.

Alejandro Hernandez dijo...

Alejandro Dumas usa esa frase en sus libros ¨Los Tres Mosqueteros¨ y ¨El Conde de Montecristo". No sabá realmente que significaba. Muchisimas gracias. Excelente Blog.