Ya hemos dedicado alguna ocasión a hablar de uno de los patrimonios más valiosos, representativos, educadores y codiciados de nuestro castellano: el refranero. bien es cierto que menos de lo que deberíamos. Vamos a solucionarlo. Si en alguna otra ocasión utilizamos este rincón de la lengua para tratar de hacer ver la importancia de los refranes castellanos, también lo usamos en otra para relacionar refranes y dinero, pecunia, economía, que la tradición es larga. Esta vez, empero, probablemente, no nos baste con una entrega: y es que la mies es mucha y pocos los segadores, y tratar de, en una sola edición, abarcar un cantidad representativa de refranes españoles osbre comida, con la importancia que tiene el alimento en nuestra cultura es, para qué andarse con eufemismos, imposible.
"Aceituna comida, hueso fuera"
¿Más claro? Cuando acabes con un tema, deja de rumiarlo, deja de darle vueltas, escúpelo... (con educación, por favor) y a otra cosa, mariposa.
"Fe sin obras, comida de agua sola"
Aquí otro elemento crucial en la cultura hispánica: la fe cristiana. Su significado a pocos se les escapa. Creer en Dios y no demostrarlo es igual de insustancial, poco importante e irrelevante que comer sólo con una vaso de agua, sin mayor alimento. Sin ingrediente alimenticio, este refrán es asimilable a "a Dios rogando y con el mazo dando" u "obras son amores y no buenas razones".
"El agua, como buey; y el vino, como rey"
Me resulta especialmente atractiva la doble lectura (una más moral, otra más... ¿médica? ¿de salud?) de este ejemplo castellano. Por un lado, es un canto a la mesura en la toma de vino, que se ha de tomar de manera exquisita y escogida, como se les supone a los soberanos; el agua, al contrario se puede beber de manera abiertamente amplia, con tranquilidad, sin miedo a "pasarnos", pues es buena, como lo haría el buey, vamos. Por otro lado, ensalza la típica bebida mediterránea, afiliándola a los reyes, mientras nos hace darnos cuenta que el agua es del gusto del buey...
"Amigo, viejo; tocino y vino, añejo"
Este refrán castellano recoge una vieja tradición latina que defiende que determinadas cosas, que siempre se acaban relacionando con la amistad, son mejores cuantos más años tienen. Decía el original de los romanos que annorum vinum, amicus vetus et vetus aurum ("vino añejo, amigo viejo y viejo oro").
"Vino el cochinillo y tiró el cantarillo" Es usada (o puede ser usada, si somos rigurosos) esta sentencia como afirmación cínica de que algo pasó que nos hizo obrar en contra de lo que se esperaba, en buena moral, de nosotros, que nos hizo apartarnos del recto camino. Tiene su origen en una historia castellana que dice que, a fin de ganarse el favor de un juez, uno de los dos litigantes de un proceso le llevó un cántaro de miel como presente. Al enterarse, la parte contraria quiso no ser menos y le llevó un lechón, para asegurarse el fallo. Cuando el "recto" juez sentenció a favor del del cerdo, el pobrecito litigante del cántaro de miel fue a pedirle explicaciones... «Cierto, hijo, que recibí tu regalo, pero ni catarlo pude, porque de repente, ¡zas!, entró un cochinillo en mi casa y escacharró el cantarillo», explicó, tranquilo, el juzgador.
"Más vale pan y ensalada que ver la procesión de las ánimas"
Hoy en día este refrán alude a lo bueno de cenar, cuando menos, algo, por poco que sea. En tiempos se relacionaba con la supersticiosa creencia de ver a la famosa procesión de muertos si no se cenaba cualquier cosa (con base en las pesadillas por ¿hambre?, ¿quizá?).
Seguiremos con más. Seguro.
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