También accesible desde el blog Fran Girao en El Mundo, reproduzco a continuación la entrevista mantenida para el diario El Mundo Hoy en Cantabria con don Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española.
Visitó Cantabria con motivo de las jornadas de trabajo del nuevo CORPES XXI, la recopilación global de la RAE de textos en castellano, para el estudio del español, en la que colabora la Fundación Comillas. En sus didácticas respuestas y en sus preguntas retóricas se nota su carácter de, como él dice, «muy profesor»
Pregunta.—¿Por qué actualizar el CREA mediante el CORPES? ¿De dónde parte la necesidad?
Respuesta.—De la necesidad de organizar permanentemente la base de todos los trabajos académicos. El artículo primero de los estatutos señala que la función de la Academia es velar por la unidad de la lengua con el resto de las academias. Dice textualmente «velar porque los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico».
El español es una de las lenguas más trabadas en unidad. Uno puede recorrer América, casi desde Alaska, a la Patagonia sin problema ninguno de comprensión; puede haber alguna variedad léxica en la denominación de un plato de gastronomía o de un pájaro, pero su unidad es muy superior a la que tiene, por ejemplo, el inglés.
Esto le da robustez y es una de las bases de su capacidad de expansión, que se está demostrando hacia el norte con Estados Unidos y en el sur, hacia Brasil. No perdamos de vista que la lengua tiene en estos momentos su eje central en Hispanoamérica. Los españoles somos sólo la décima parte de los hispanohablantes y la fuerza expansiva viene de los movimientos migratorios desde los países Hispanoamericanos.
Esa expansión consolida la lengua, ya que es una lengua tan trabada, tan unida, que con su mero ejercicio se expande hacia los países donde migran los hispanohablantes. ¿Cuál es la función de las academias? Fijar ese lenguaje. Fijar no quiere decir dejarlo quieto, sino estar atentos a cómo va evolucionando. ¿Cómo se expresa y en dónde se sustenta la unidad? En tres grandes códigos: el léxico, que es el diccionario, la gramática y la ortografía. Estamos haciendo, con todas las academias, un diccionario que no sea sólo el del español de España, sino el del español universal.
La semana pasada estuve reunido con los directores de todas las academias en Santiago de Chile; me decía el director de la academia cubana: «¿Cuándo empezáis a marcar los términos como españolismo?». Ya lo hacemos, en el DRAE hay mucho términos que pone marca España, como en otros consta marca Cuba o marca Argentina.
Para poder hacer eso, necesitamos tener la documentación más actualizada de cómo va evolucionando la lengua y eso tiene su base en estos corpus que son grandes ficheros informáticos en los que se recogen testimonios del modo de escribir y hablar. El 70% de las formas allí recogidas proviene de América. No quiere decir que ese 70% sean cosas distintas de las que se dicen en el español de España porque la unidad del léxico, su universalidad, supera el 90%.
En torno al 90, 91% de las palabras que usamos los hispanohablantes son comunes. Sólo en un 9%, correspondiente a léxico cultural, de gastronomía y demás, es donde se produce la diversidad. De ahí la necesidad de que tengamos esos corpus actualizados y ofrecidos a todo el mundo a través de Internet.
P.—¿Ya tenemos previsión de cuándo saldrá la vigésimotercera edición del DRAE?
R.—Como sabe, el diccionario está actualizado día a día, porque a medida que vamos aprobando palabras todas las academias, las vamos añadiendo a la página electrónica. La página del diccionario recibe 750.000 visitas al día. Allí se pueden encontrar las modificaciones ya aprobadas…
P.—«Artículo enmendado»…
R.—«Artículo enmendado», exactamente. Veo que es usted un consultor diario del diccionario.
P.—Estudiar letras en Salamanca es un privilegio ¿y enseñarlas?
R.—Más. Yo fui catedrático del Instituto Pereda de Santander, como sabe. Quería hacer la carrera de profesor en la universidad y aquí no había, por entonces. Pasamos por La Coruña, fuimos a Valladolid y allí se me abrieron las puertas para poder enseñar en la universidad.
Estuve de catedrático en la ciudad de Zaragoza y estando allí me llamó quien era para mi un amigo entrañable, que más tarde acabaría siendo como un hermano, Fernando Lázaro Carreter. Me dijo que me fuese a Salamanca y que ni se me ocurriese ir a Madrid, aunque había una plaza allí. Yo pensé en la maravillosa ciudad que es Salamanca, en su increíble biblioteca, en su gran claustro de profesores… Tengo una gran vocación de profesor, yo he sido muy profesor. Enseñar en Salamanca era un gran privilegio. Soy catedrático emérito y sigo perteneciendo a la universidad.
P.—¿Cómo valora las presiones políticas a la academia para modificar acepciones y términos, como es el caso del significado de gallego en Costa Rica (tonto), o el reciente asunto de la ministra miembra?
R.—La Academia está abierta, porque su misión es tener los oídos y los ojos abiertos. Hay que percibirlo todo, analizarlo y tomar una decisión suscrita por las academias; porque ya no es que la Academia apruebe, es que aprueba el conjunto de las academias. Presiones recibimos de todo tipo.
Recuerdo que, siendo secretario, grupos de comunidades judías insistían para que quitáramos del diccionario la acepción de judiada como acción mala, que se consideraba propia de judías, que viene desde el siglo de Oro y que está vivo todavía en el lenguaje. ¿Podemos quitar esa acepción? No, lo único que podemos es marcarlo, diciendo que ese significado tiene sentido despectivo, como diciendo «no contribuya usted a que se difunda este sentido». Pero no podemos quitarlo porque entonces un lector de Quevedo no entendería a Quevedo.
Hay otro tipo de presiones que nos piden que cambiemos la lengua; ésta no la hace la Academia, la lengua la hacen los hablantes. Es el pueblo el que va cambiando la lengua ¿Quién tiene el poder supremo de cambio de la lengua? El uso. Nosotros estamos atentos al uso y lo que decimos es «mire usted, esto ha evolucionado de esta manera».
Recuerdo una anécdota que deja esto muy claro: la palabra elite francesa. Se confundió su acento en España y empezó a decirse élite. Dámaso Alonso luchó años y años porque el diccionario dijera elite. Una vez, en uno de los plenos, un académico eminente, trabajador infatigable, insistía: «¡Debemos mantener «elite», porque «élite» es un antietimologismo y no puede ser!». Yo le pregunté en el mismo pleno a Mario Vargas Llosa: «Don Mario, ¿usted cómo lo dice y cómo lo escribe?». Él respondió «Naturalmente, «élite»». Así, o condenábamos a la hoguera a Mario Vargas Llosa porque escribe como todos los hispanohablantes de América o admitimos la doble forma.
P.—Lleva 10 años de director de la Real Academia ¿puede hacer un breve balance?
R.—Recibí el encargo de la Real Academia y al mismo tiempo de S.M. el Rey, que es el patrono de la entidad, de dedicarme especialmente a América. Era lo que la Academia necesitaba y Fernando Lázaro lo había intuido pero él estaba limitado por una enfermedad y no podía viajar; demasiado hizo en los años en los que fue director y yo era secretario al mismo tiempo.
El hecho es que cuando él concluyó su segundo mandato y la Academia me pidió que yo le sucediera, se me indicó claramente que había que continuar esa obra y Fernando Lázaro me dijo «América», lo mismo que el Rey en la primera visita que le hice como director. ¿Qué encargo era ese? Reforzar y dinamizar la unión de la Academia española con las academias americanas al servicio de la unidad del idioma.
¿De qué estoy satisfecho? Pues de eso, pero no por una labor personal, sino por la labor de la Academia y de las academias. Porque por mucho que yo me hubiera empeñado y viajado, que me he empeñado y viajado, ya que recorro las academias americanas constantemente, si no se hubiera dinamizado la conciencia de la Real Academia Española de las academias de América de que juntas tenemos la responsabilidad de defender la unidad del idioma, no hubiera servido de nada.
Mire: cuando me hice cargo de esto, era un momento en que estaba a punto de sonar la campana; en aquel momento, México tenía preparado el proyecto de un diccionario que hubiese sido «alternativo» al de la Real Academia Española; no hace falta que le explique las consecuencias que eso hubiese tenido. Fue necesario cobrar la conciencia de que somos hermanos, de que no hay una academia superior a las demás. La de España sí que desempeña la función de primus inter pares... en concordancia habría que decir prima inter pares.
Todas las academias somos iguales y todas trabajamos en lo mismo. Recuerdo cuando empezamos con el consenso de la Ortografía: redactamos el texto y se le enviamos a las academias americanas; dijeron que sí, con alguna sugerencia, pero el director de Chile, Alfredo Matus, nos dijo: «Bueno, a esto hemos dicho que sí, pero a partir de ahora lo que queremos es, desde cero, trabajar juntos».
El año que viene aparecerá la Gramática, que por primera vez será una gramática del español total. Llevamos 11 años trabajando en ella todas las academias, un trabajo monumental. Cuando lo vean los hispanohablantes, se sentirán orgullosos de ese trabajo. Ahí hemos limado todas las diferencias, dialogado, consensuado.
De eso es de lo que me siento orgulloso, no en lo que me toca a mi, porque han sido las academias las que lo han hecho y yo he podido servir, porque me ha tocado estar ahí y es un privilegio que no olvidaré jamás, en la vida.
P.—¿Cómo percibe el perfil del consultor del CREA y el CORDE? ¿Variará con el CORPES, al amplificarse su repercusión mediática?
R.—A esos grandes repertorios lingüísticos o léxicos, los que acceden en su mayor parte son los profesionales y estudiosos de la filología y Humanidades. También compañeros suyos, del mundo de la prensa, muchísimos. Después está esa gente amante del español con la que se queda uno sorprendido, ya que teniendo un taller de mecánica en no se qué sitio, es uno de los consultores del corpus. A medida que vayamos ampliándolo y acercándolo a nuestro tiempo, irá atrayendo más consultores a sus páginas.
P.—Francisco Moreno, director académico del Instituto Cervantes y antes de la Fundación Comillas, ha declarado en alguna ocasión que Internet, antes que ser una amenaza para el español, ofrece unas condiciones inmejorables para su expansión ¿está de acuerdo?
R.—Lo suscribo plenamente. El acceso del mundo hispanohablante a Internet ha ido con retraso por la renta per cápita. A medida que se ha ido elevando y recuperando, vamos cobrando, con mayor dinamismo que otros, la presencia en Internet. Estamos en un tercer lugar y por tanto en posición de diálogo. Nos abre las posibilidades de estar ahí, en ese mundo, abierto a todo.
P.—El CREA y el CORDE están en Internet. ¿El CORPES lo estará también?
R.—Sí, también.
P.—Retos de la Academia para el siglo XXI, don Víctor…
R.—Bueno, estamos ya en el siglo XXI. Ahora vamos a terminar la Gramática, una obra monumental que se va a publicar en su versión extensa, con más de 3.000 páginas, en forma de compendio, con alrededor de 600 páginas y en forma de epítome, en cartilla. En el año 10 se termina el Diccionario de Americanismos, un proyecto de la RAE desde el siglo XIX, que solamente ahora, con las academias americanas, hemos sido capaces de llevar a cabo.
Estamos preparando una nueva edición de la Ortografía, que sea más atractiva, no sólo en su diseño y presentación material, sino también en la explicación del porqué de las cosas, en la atención al mundo de la publicidad, de la ortotipografía… esperamos tenerlo para el año 10, también.
Estamos elaborando un microdiccionario, al modo del de Oxford, que tendrá unas 22.000 entradas, pero que será muy navegable, lo haremos también en formato digital. Como el 2013 es el año del tricentenario de la fundación de la RAE, estamos planteando cerrar la etapa del diccionario que empezó en 1870, limpiarlo y cambiarlo, comenzando nuevas formas de lexicografía. El gran proyecto de esa etapa es, sin duda, el Diccionario Histórico; será el gran depósito del léxico español a lo largo de toda la Historia.
P.—¿Qué opina del desdén con el que se trata al latín en los planes de estudio?
R.—Es un déficit del sistema educativo, sin duda ninguna. No sólo pasa en España, pero aquí, el abandono de las Humanidades, que hemos tantas veces denunciado, es una realidad. Para alguien que quiera estudiar Filología española, no conocer el latín, lo imposibilita absolutamente.
Se volverá a ello, porque los hombres del Renacimiento, tan mercantilistas, reforzaron el retorno a las Humanidades como base de la preparación de un Hombre de negocios. No era un adorno. Es un sistema de formación intelectual, de formación del raciocinio insustituible y que nos entronca con una tradición, la tradición humanística española, grecolatina. Estoy seguro que a eso se volverá.
4 comentarios:
Genial la entrevista a D. Victor.Esperanzadora e interesante para los amantes del castellano. Gracias por compartirla con nosotros. ¡Animo!. Persevera. Al otro lado, seguimos esperando tus escritos cada semana.Muchas gracias. Un saludo.
Rita.(Sevilla)
Muchas gracias a ti, Rita. Perseveraré, descuida. ¡Un saludo!
¡Hijo, cuánto tiempo! Había visitado tu blog hace unas semanas (¿meses?) y nada y hoy que despierto me topo con una entrevista a Víctor García de la Concha. ¡Qué no hubiese hecho yo por estar en tu lugar! Felicidades.
Por cierto estoy haciendo mi tesis sobre la escritura en los periódicos. Muchos saludos, como siempre, cálidos desde Venezuela.
¡Qué bueno es contar con tu cariñoso e incondicional apoyo venezolano, Leonardo! Mil gracias y un afectuoso saludo. SI en algo te puedo ayudar para tu tesis, aquí me tienes desde el otro lado del Atlántico.
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