El aspecto crítico del pleonasmo me divierte. Me entretiene pensar cuándo nos hallamos ante una redundancia o cuándo ésta es un elegante y elevado pleonasmo. Si usted no goza de “privilegios de escritor” y habla de que un camino se “bifurca en dos direcciones” le señalaran con el dedo como un redundante pues ¿en cuántas más direcciones se puede BIfurcar un camino? Pasará igual si se chulea de que habla “tres idiomas diferentes” (pues tres idiomas son siempre diferentes) o si “insiste reiteradamente” en que le dejen de señalar con el dedo (la reiteración es la razón de ser de la insistencia). Los casos son los mismos que si alguien le habla de una “peluca postiza” o si le recriminan que dé un “portazo a una puerta”, porque, recuerde, las “previsiones con antelación” son obvias y redundantes como los “proyectos de futuro” o las “utopías inalcanzables” o “irrealizables”.
El caso es que si usted escribe o está intelectualmente considerado, podrá hacer uso de estas expresiones, porque siempre habrá alguien que quiera ir más allá de la literalidad y encontrar un sentido a ese uso redundante. El DRAE pone como ejemplo de esa redundancia permitida, de ese pleonasmo, el “ver con los propios ojos”. Todos vemos con nuestros propios ojos, no con los de los demás, por eso, en principio, la expresión es redundante; pero hete aquí que le añade expresividad, valor testifical, viveza y firmeza a aquello que “veamos con nuestros propios ojos” frente aquello que “simplemente” “vemos”.
Los ojos nos dieron un glorioso y recordado pleonasmo, en el primer verso del Cantar del Mío Cid:
“De los sus ojos tan fuertemente llorando,
tornába la cabeza y estábalos catando.”
¡Claro, no iba a llorar de las orejas! La teoría académica también dice que “lentas horas” o “largos minutos” son expresiones redundantes o, cuando menos, incorrectas, pues horas y minutos no son rápidos o cortos… son, sin más, pero que se pueden usar pues sabemos del distinto carácter del tiempo dependiendo de nuestro estado de ánimo, lo que estemos haciendo, etcétera. Física, lengua y poesía se dan la mano aquí; el experto en física, no el de lengua, es el que sabe que el tiempo es relativo, que es una magnitud muy deficientemente medida por el Hombre con relojes y cronómetros. Así las cosas, lejos del invento humano que pretende uniformizar segundos, minutos y horas ¡claro que los minutos son lentos –y mucho- mientras llega ella y las horas se convierten en segundos cuando ella está ya conmigo!
“De los sus ojos tan fuertemente llorando,
tornába la cabeza y estábalos catando.”
4 comentarios:
Por estos lares es muy común eso de "lapso de tiempo" o "lustro de cinco años"... pero el premio al pleonasmo más cómico es "autosuicidarse"...
Un abrazo.
En efecto es cómico... y me gustaría conocer un uso estilístico de esa expresión (para saber si puede llegar a ser un pleonasmo y será siempre e irremediablemente una redundancia...).
De hecho, Leo, un lapso puede referirse a algo más que un período de tiempo. Es un salto, un desliz, que puede cometerse en la lengua, escribiendo... El lustro de cinco años, como la década de diez son claramente válidos (aunque -no sé si pecando de optimismo- me cuesta creer que alguien los use en el lenguaje contidiano u objetivo).
Muchas gracias, como siempre, por tu participación. Un saludo.
No sé si Leonardo sea de Venezuela, pero el pleonasmo al que hace referencia lo escuché por primera vez de labios de Carlos Andrés Pérez, ex-presidente de Venezuela y amigo de Felipe González, famoso por sus ocurrencias verbales. Entre sus frases más famosas están "ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario"; y su opinión sobre cierto particular dijo "el país está al borde de un autosuicidio".
Pues diste en el clavo, k-2, ¡nuestro amigo Leonardo es venezolano! Lo del autosuicidio es, bajo mi punto de vista, extremadamente grave para tratarse del dirigente de un país... ¿no os parece?
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