Publicado en el diario El Mundo Hoy en Cantabria el 24 de agosto de 2008. Accesible también desde el blog Fran Girao en El Mundo.
El Gobierno se lanza a la promoción internacional del proyecto Comillas «apuntándose» a la tesis de que el español surgió en el valle de Valderredible

«Conoajutorio de nuestro dueno, dueno Christo, dueno Salbatore, qual dueno get ena honore, equal dueno tienet ela mandatjone cono Patre, cono Spiritu Sancto, enos sieculos delosieculos...». Puede que usted no reconozca lo precedente como castellano. Lo que es seguro es que no es latín y que los expertos de todo el mundo las tienen como las famosas glosas emilianenses, los primeros balbuceos del español. La polémica reabierta por el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, volviendo a poner encima de la mesa lo que para él, según declaró, eran las tesis recién descubiertas del profesor asistente Gregory Kaplan, va más allá de dónde se encuentran las primeras pruebas escritas. El americano dice creer que fue en Valderredible donde primero se habló uno de los tres idiomas universales.
Siglo VI después de Cristo. Bárbara, una mujer con parálisis parcial, es llevada hasta el refugio del anacoreta Millán (Aemilianus, por aquel entonces). El fervor, la comunicación con Dios y la oración del anciano curan a Bárbara, que quedará agradecida de por vida al Creador y al veterano asceta. La clave donde Kaplan introduce los dedos es en la situación de tal (y otros) milagro del que sería considerado santo, más tarde.
Kaplan dice alejarse de la que supone una de las fuentes a la hora de cercar y limitar la vida del longevo (llegó a vivir, según se cuenta, 100 años) ermitaño: Gonzalo de Berceo (1197-1264) ya que, el que para el resto del mundo es el primer poeta en castellano cuyo nombre conocemos, para Kaplan es un mentiroso falsificador.
El americano se remonta al primer relato conocido y conservado de la vida y milagros de San Millán. Titulado sencilla y precisamente así (Liber de vita et mirabilibus Sancti Emilíani), fue escrito hacia el año 640 por San Braulio (590-651), obispo de Zaragoza, menos de 100 años después de la muerte del santo. Kaplan dice encontrar ahí indicios (y son sólo eso) de que el oratorio al que se retiró San Millán los últimos 30 años de su vida (en el que realizó, según Braulio, el milagro de curar a Bárbara) estaba en Valderredible y no en La Rioja, en el actual complejo-cenobio de los monasterios de Yuso y Suso.
Lo más arriesgado
Con todo y a pesar de la serie de datos inferidos de los nimios detalles que Braulio da, puede que lo más arriesgado sea que Kaplan quiere localizar en espacio y tiempo el nacimiento del castellano, ligándolo al culto que se desarrolló en torno al santo en su retiro (sucediese, donde sucediese, para Kaplan en Cantabria). Recientemente, de hecho, la catedrática y directora de los archivos epigráficos de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Isabel Velázquez, ha afirmado que «no tiene mucho sentido» pretender ubicar en un lugar concreto y en una época determinada el nacimiento del castellano. Velázquez ha opinado que el castellano comenzó a hablarse de manera coetánea en muchos lugares y el que se encuentren documentos con inscripciones en romance o castellano no supone que el lugar del hallazgo pueda configurarse como el centro del nacimiento de esa lengua.
Puede que ahí radique el quid de la cuestión, ya que, aunque se demostrase que San Millán oró y murió en Valderredible en lugar de en La Rioja, enlazar un simple culto con el nacimiento de un idioma es, cuando menos, atrevido. De hecho, San Millán de la Cogolla es considerada la cuna del castellano no por haber albergado a la comunidad que surgió en torno al santo varón, sino porque fue entre sus fondos en los que se encontraron las afamadas glosas emilianenses.
Jugando al juego de Kaplan, esto es, atendiendo a Braulio –lo que aislado, no tiene nada de malo– y no a Gonzalo de Berceo, sabemos que Bárbara era de Amaya. La capital de lo que, tras la conquista visigoda (en el 574) sería el Ducado de Cantabria está –en la actual provincia de Burgos– a tan sólo 20 kilómetros de Valderredible y, en cambio, a más de 100 de San Millán. Esa es una de las pruebas de cargo de Kaplan: al estar Amaya más cerca de Valderredible, es más probable que el punto donde trasladaron a Bárbara para que viese a San Millán fuese actual territorio cántabro y no riojano.
Braulio detalla la vida y mudanzas de Millán a lo largo de su larga historia. De pastor de ovejas pasa a entrar bajo la protección del monje San Felices, que vive en Bilibio, cerca de lo que hoy es Haro. De ahí, tras ganar fama y atraer peregrinos a Berceo, según Braulio, Millán se retira a nada menos que 40 años de meditación y vida austera y ascética en el monte Distercio, en las inmediaciones del actual complejo monacal de la Cogolla.
Tras tamaño retiro, el obispo de Tarazona, Dídimo, le encargó la parroquia de Berceo, donde sería acusado por varios clérigos de «malgastar» bienes eclesiales, donándolos a los pobres. Es aquí donde Kaplan trata de ver la conexión cántabra. Braulio dice: «quitándole entonces el cargo que antes tenía, pasó inocente el resto de su vida en el sitio que ahora se llama su oratorio».
El retiro
El profesor asistente americano mantiene que, puestos a alejarse de la comunidad religiosa que le había expulsado, tiene más sentido alejarse realmente (hasta Valderredible) que los dos kilómetros que separan Berceo de las cuevas de la Cogolla. Kaplan no observa lo lógico de volver a retirarse a un sitio que ya conocía, (lo que hoy es el monasterio de Suso, construido a partir de las cuevas donde habitó el santo).
Cree que cuando Braulio dice: «acercándose la hora de su muerte, llamó al santísimo Aselo, presbítero, con quien vivía en compañía, y en su presencia aquella alma felicísima, libre del cuerpo, fue al cielo. Entonces, por diligencia de aquel beatísimo varón, llevado su cuerpo con mucho acompañamiento de religiosos, fue depositado en su oratorio, donde está», se refiere a que, en el siglo VI (momento de Braulio) el oratorio era una de las ermitas de Valderredible (Arroyuelos, Cadalso, Campo de Ebro, Santa María de Valverde, Villaescusa de Ebro y San Miguel de las Presillas) y observa un traslado posterior de sus restos, al actual San Millán de la Cogolla.
La hipótesis de Gregory Kaplan se apoya también parcialmente en que las primeras noticias del monasterio de la Gogolla no llegan hasta el 959, en un documento llamado De confirmatione monasterio, estudiado y referido por el hispanista inglés Brian Dutton.
Además, en El culto a San Millán en Valderredible se expone que la profecía de San Millán, que San Braulio recoge, acerca de la caída de Cantabria en manos de Leovigildo refuerza la idea de que el santo residía en ese territorio. A pesar de que se desconoce con exactitud los límites del territorio cántabro en los alrededores del siglo V y VI, la mayoría de las precisiones concuerdan en situar la actual San Millán de la Cogolla en la zona limítrofe, lo que podía hacerle caer en un área de influencia cántabra. Eso explicaría, también, por qué San Millán, según Braulio, a través de un mensajero, «manda que el Senado se reúna para el día de Pascua».
Más allá, el investigador americano aprovecha el desconocimiento que se tiene en la actualidad de la situación de lugares citados como cercanos al refugio de San Millán como Banonico, Prado o Parpalines.
A esto se puede alegar que el profesor de Historia Antigua de la Universidad de La Rioja, Urbano Espinosa, relaciona Prado con Vergegium –Berceo– en su estudio La ciudad en el valle del Ebro durante la Antigüedad tardía). Braulio dice de Prado «que no está lejos de su oratorio», lo que concuerda aún hoy en día con la distancia entre Berceo y el complejo de San Millán de la Cogolla (apenas dos kilómetros).
A toda la teoría de Kaplan, a la que el consejero de Cultura de La Rioja, Luis Alegre, respondió esta semana con el cúmulo de siglos de historia del cenobio riojano, se puede contestar con las sabias reflexiones del padre Rafael Nieto, viceprior del Monasterio de Yuso y al que los vaivenes políticos que puedan surgir a raíz de la reivindicación de Revilla le dan más bien igual.
Este veterano religioso opina que: «eso de cuna de la lengua es un eslogan publicitario muy bueno, pero la verdad es que la lengua no nace ni en un sitio ni en otro, ni tampoco en un momento concreto... la lengua es algo mucho más vivo, producto de la evolución de mucho tiempo y en un territorio muy amplio. Y en concreto, el romance es una evolución del latín, de ese latín vulgar y mal hablado que trajeron hasta estos valles las legiones romanas».
En resumen
Imaginando que el americano tuviese razón y San Millán pasase los últimos 30 años de su vida en un territorio que nunca antes había pisado; aceptando que (otra de las tesis que al actual Gobierno cántabro le han encantado) el supuesto culto a San Millán en Valderredible hubiese supuesto el germen definitivo del Camino de Santiago; incluso animando y felicitando a Kaplan cuando consiga su declarado próximo reto (hallar pruebas escritas de paleocastellano en Valderredible); lo único que no se admite, no ya según el corpus creado por Menéndez Pidal y seguidores acerca del nacimiento del español, es que alguien manifieste, más allá de un «eslogan publicitario» que ha encontrado la cuna del castellano.
San Braulio, obispo de Zaragoza y discípulo de San Isidoro concluye su obra, escrita hace más de 1.300 años, según traducción del padre recoleto Toribio Minguella (1836-1920) así: «Hemos cumplido lo que prometimos: resta finalizar nuestro trabajo expresando nuestra acción de gracias a Cristo, Rey de los cielos; pues con su ayuda e inspiración hemos comenzado y concluido este opúsculo. El nos ha concedido que contemplemos la vida de los varones santos, para consuelo de nuestras miserias presentes; Jesucristo, que vive con Dios Padre y el Espíritu Santo, uno por todos los siglos de los siglos».
Tras firmar ese final, el quincuagenario obispo no podía ni imaginar que el relato que describía la vida de un santo iba a causar polémica bastante más de un milenio después. La raíz de la misma se podía solucionar con el texto de Gonzalo de Berceo (de seis siglos más tarde) pero no si le consideramos un manipulador interesado, como hace Kaplan.
Al final, de nuevo, queda la sentencia de Dámaso Alonso: «el latín llega a ser el español a lo largo de una evolución lentísima y constante, y nunca podemos cortar por un punto y decir que ahí está el español recién nacido». Y esté donde esté Banonico e hiciese milagros donde los hiciese San Millán, los primeros trazos castellanos siguen en el monasterio de Yuso, en La Rioja.
Siglo VI después de Cristo. Bárbara, una mujer con parálisis parcial, es llevada hasta el refugio del anacoreta Millán (Aemilianus, por aquel entonces). El fervor, la comunicación con Dios y la oración del anciano curan a Bárbara, que quedará agradecida de por vida al Creador y al veterano asceta. La clave donde Kaplan introduce los dedos es en la situación de tal (y otros) milagro del que sería considerado santo, más tarde.

El americano se remonta al primer relato conocido y conservado de la vida y milagros de San Millán. Titulado sencilla y precisamente así (Liber de vita et mirabilibus Sancti Emilíani), fue escrito hacia el año 640 por San Braulio (590-651), obispo de Zaragoza, menos de 100 años después de la muerte del santo. Kaplan dice encontrar ahí indicios (y son sólo eso) de que el oratorio al que se retiró San Millán los últimos 30 años de su vida (en el que realizó, según Braulio, el milagro de curar a Bárbara) estaba en Valderredible y no en La Rioja, en el actual complejo-cenobio de los monasterios de Yuso y Suso.
Lo más arriesgado
Con todo y a pesar de la serie de datos inferidos de los nimios detalles que Braulio da, puede que lo más arriesgado sea que Kaplan quiere localizar en espacio y tiempo el nacimiento del castellano, ligándolo al culto que se desarrolló en torno al santo en su retiro (sucediese, donde sucediese, para Kaplan en Cantabria). Recientemente, de hecho, la catedrática y directora de los archivos epigráficos de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Isabel Velázquez, ha afirmado que «no tiene mucho sentido» pretender ubicar en un lugar concreto y en una época determinada el nacimiento del castellano. Velázquez ha opinado que el castellano comenzó a hablarse de manera coetánea en muchos lugares y el que se encuentren documentos con inscripciones en romance o castellano no supone que el lugar del hallazgo pueda configurarse como el centro del nacimiento de esa lengua.
Puede que ahí radique el quid de la cuestión, ya que, aunque se demostrase que San Millán oró y murió en Valderredible en lugar de en La Rioja, enlazar un simple culto con el nacimiento de un idioma es, cuando menos, atrevido. De hecho, San Millán de la Cogolla es considerada la cuna del castellano no por haber albergado a la comunidad que surgió en torno al santo varón, sino porque fue entre sus fondos en los que se encontraron las afamadas glosas emilianenses.
Jugando al juego de Kaplan, esto es, atendiendo a Braulio –lo que aislado, no tiene nada de malo– y no a Gonzalo de Berceo, sabemos que Bárbara era de Amaya. La capital de lo que, tras la conquista visigoda (en el 574) sería el Ducado de Cantabria está –en la actual provincia de Burgos– a tan sólo 20 kilómetros de Valderredible y, en cambio, a más de 100 de San Millán. Esa es una de las pruebas de cargo de Kaplan: al estar Amaya más cerca de Valderredible, es más probable que el punto donde trasladaron a Bárbara para que viese a San Millán fuese actual territorio cántabro y no riojano.

Tras tamaño retiro, el obispo de Tarazona, Dídimo, le encargó la parroquia de Berceo, donde sería acusado por varios clérigos de «malgastar» bienes eclesiales, donándolos a los pobres. Es aquí donde Kaplan trata de ver la conexión cántabra. Braulio dice: «quitándole entonces el cargo que antes tenía, pasó inocente el resto de su vida en el sitio que ahora se llama su oratorio».
El retiro
El profesor asistente americano mantiene que, puestos a alejarse de la comunidad religiosa que le había expulsado, tiene más sentido alejarse realmente (hasta Valderredible) que los dos kilómetros que separan Berceo de las cuevas de la Cogolla. Kaplan no observa lo lógico de volver a retirarse a un sitio que ya conocía, (lo que hoy es el monasterio de Suso, construido a partir de las cuevas donde habitó el santo).
Cree que cuando Braulio dice: «acercándose la hora de su muerte, llamó al santísimo Aselo, presbítero, con quien vivía en compañía, y en su presencia aquella alma felicísima, libre del cuerpo, fue al cielo. Entonces, por diligencia de aquel beatísimo varón, llevado su cuerpo con mucho acompañamiento de religiosos, fue depositado en su oratorio, donde está», se refiere a que, en el siglo VI (momento de Braulio) el oratorio era una de las ermitas de Valderredible (Arroyuelos, Cadalso, Campo de Ebro, Santa María de Valverde, Villaescusa de Ebro y San Miguel de las Presillas) y observa un traslado posterior de sus restos, al actual San Millán de la Cogolla.
La hipótesis de Gregory Kaplan se apoya también parcialmente en que las primeras noticias del monasterio de la Gogolla no llegan hasta el 959, en un documento llamado De confirmatione monasterio, estudiado y referido por el hispanista inglés Brian Dutton.

Más allá, el investigador americano aprovecha el desconocimiento que se tiene en la actualidad de la situación de lugares citados como cercanos al refugio de San Millán como Banonico, Prado o Parpalines.
A esto se puede alegar que el profesor de Historia Antigua de la Universidad de La Rioja, Urbano Espinosa, relaciona Prado con Vergegium –Berceo– en su estudio La ciudad en el valle del Ebro durante la Antigüedad tardía). Braulio dice de Prado «que no está lejos de su oratorio», lo que concuerda aún hoy en día con la distancia entre Berceo y el complejo de San Millán de la Cogolla (apenas dos kilómetros).
A toda la teoría de Kaplan, a la que el consejero de Cultura de La Rioja, Luis Alegre, respondió esta semana con el cúmulo de siglos de historia del cenobio riojano, se puede contestar con las sabias reflexiones del padre Rafael Nieto, viceprior del Monasterio de Yuso y al que los vaivenes políticos que puedan surgir a raíz de la reivindicación de Revilla le dan más bien igual.
Este veterano religioso opina que: «eso de cuna de la lengua es un eslogan publicitario muy bueno, pero la verdad es que la lengua no nace ni en un sitio ni en otro, ni tampoco en un momento concreto... la lengua es algo mucho más vivo, producto de la evolución de mucho tiempo y en un territorio muy amplio. Y en concreto, el romance es una evolución del latín, de ese latín vulgar y mal hablado que trajeron hasta estos valles las legiones romanas».

Imaginando que el americano tuviese razón y San Millán pasase los últimos 30 años de su vida en un territorio que nunca antes había pisado; aceptando que (otra de las tesis que al actual Gobierno cántabro le han encantado) el supuesto culto a San Millán en Valderredible hubiese supuesto el germen definitivo del Camino de Santiago; incluso animando y felicitando a Kaplan cuando consiga su declarado próximo reto (hallar pruebas escritas de paleocastellano en Valderredible); lo único que no se admite, no ya según el corpus creado por Menéndez Pidal y seguidores acerca del nacimiento del español, es que alguien manifieste, más allá de un «eslogan publicitario» que ha encontrado la cuna del castellano.
San Braulio, obispo de Zaragoza y discípulo de San Isidoro concluye su obra, escrita hace más de 1.300 años, según traducción del padre recoleto Toribio Minguella (1836-1920) así: «Hemos cumplido lo que prometimos: resta finalizar nuestro trabajo expresando nuestra acción de gracias a Cristo, Rey de los cielos; pues con su ayuda e inspiración hemos comenzado y concluido este opúsculo. El nos ha concedido que contemplemos la vida de los varones santos, para consuelo de nuestras miserias presentes; Jesucristo, que vive con Dios Padre y el Espíritu Santo, uno por todos los siglos de los siglos».
Tras firmar ese final, el quincuagenario obispo no podía ni imaginar que el relato que describía la vida de un santo iba a causar polémica bastante más de un milenio después. La raíz de la misma se podía solucionar con el texto de Gonzalo de Berceo (de seis siglos más tarde) pero no si le consideramos un manipulador interesado, como hace Kaplan.
Al final, de nuevo, queda la sentencia de Dámaso Alonso: «el latín llega a ser el español a lo largo de una evolución lentísima y constante, y nunca podemos cortar por un punto y decir que ahí está el español recién nacido». Y esté donde esté Banonico e hiciese milagros donde los hiciese San Millán, los primeros trazos castellanos siguen en el monasterio de Yuso, en La Rioja.
Despiece: La idea necesaria para la base de la hipótesis: Berceo era «anticántabro»
Dice Kaplan que «aunque Dutton –hispanista inglés– reconoce que Berceo escribió La vida de san Millán para propagar la fama del santo y contribuir a la prosperidad económica de su monasterio, este estudioso asevera que a la Vita de San Braulio, Berceo sólo agrega detalles menores. A diferencia de lo que Dutton opina, no todos los cambios son menores, sino que algunos son especialmente significativos, como los que sirven para fortalecer el enlace entre Millán y el cenobio de la Cogolla».
El americano ve, pues, en los escritos de Berceo una intención que denomina «anticántabra» y una voluntad de desterrar la vinculación que el investigador cree real entre el santo y Cantabria. Así lo que Braulio no localiza inequívocamente y Kaplan utiliza para colar a Cantabria, habría sido usado por el primer poeta de nombre conocido en castellano para, en una de las primeras campañas de marketing del medioevo español, afianzar los lazos de los restos del santo con San Millán.
Si bien es cierto que en la época medieval se dieron casos de ensalzamiento de las falsas raíces de distintas reliquias (que muchas veces eran compradas por los monasterios y lugares de culto), Kaplan parte de un falso supuesto: haber demostrado inequívocamente en sus páginas precedentes la relación de Valderredible con el santo: «una de las alteraciones hechas por Berceo tiene que ver con la ubicación del oratorio de San Millán. Como se ha demostrado, la obra de Braulio indica que el oratorio está en Valderredible...»