Es duro ser nuevo en algo. Pero muy probablemente, sea más duro ser nuevo en algún sitio o circunstancia y con gente. Ser nuevo en algo muy bien se puede ser de manera solitaria, pero el peso de las miradas de tus nuevos compañeros sobre las consecuencias de tu inexperiencia… en fin. Voy a ayudar al que lo necesite: aquí se puede encontrar una descripción general sobre la polisemia y la homonimia, y aquí el índice del repaso que estamos haciendo a las homonimias del diccionario. Además, hay que saber que en este artículo se diferencian las definiciones y referencias a las distintas palabras que componen una homonimia con números entre paréntesis. Pero ahora pasémoslo bien todos juntos…
El argot es ese conjunto de términos que manejan los integrantes de oficios o campos diversos y que les es común. Hoy vamos a ver la homonimia desde el punto de la vista de la letra e: a caballo y surcando los mares, campos (la hípica y la navegación) cuyos profesionales gozan de amplios y cerrados argots, con tanto que ver con el transporte.
No se me hace especialmente difícil pensar, por ejemplo, cómo en alguna ocasión ha podido surgir la siguiente confusión: bien pudiera ser a principios del siglo XX –pero también hoy- un joven, y hasta hace poco desconocido pretendiente, le dice a su pretendida al despedirse que va “a preparar la estafa”. La muchacha se escandaliza, piensa que ha estado a punto de emparentar con un timador y de mala forma le echa de su casa para siempre. No sé si alguna vez antes de morir supo la joven que “estafa” es además de un timo(1), el “estribo del jinete”(2), directo del italiano staffa. ¡Cuántas desgraciadas confusiones de éstas habrá tenido la Historia!.
Ya hemos visto alguna vez cómo la homonimia puede venir también traspasando la barrera de las clases de palabras: cuando, por ejemplo, un adjetivo y un nombre se escriben igual. “El caso equino” o “el caso Equino”; ¡como para que se descuide hoy en día el uso de minúsculas y mayúsculas!. El hecho es tan sencillo como que en el primer “caso” enunciamos algún tipo de circunstancia relacionada con los caballos(1); en el segundo un original juez ha puesto nombre de erizo de mar(2) –o de moldura de capitel dórico(2), ¡vaya usted a saber!- a su investigación. En efecto, algo “equino” es algo relacionado con los caballos(1), mientras que “un equino” puede ser tanto un caballo propiamente dicho(1), como un erizo de mar(2) o una moldura(2); en el caso caballar el origen es latino (equinus), mientras que en el pinchante es griego, vía latín (ecchinus). Dos palabras distintas, con orígenes distintos, cuyo único pecado ha sido el de derivar hasta escribirse igual en español.
El caso de engalgar es también curioso: como parece querer gritar la palabra, es animar, instigar al galgo a correr tras la liebre o el conejo mostrándoselos, para que lo siga(1). Pero es que también puede ser poner el freno a las ruedas de un carruaje(2), así como “apretar la galga –de ahí la palabra- contra el cubo de la rueda para impedir que gire”(2). Pocas parejas de palabras conozco que se escriban igual –homonimias- y tengan significados tan imposibles de relacionar como éstas. La clave nos la dan sus orígenes: galgo (por el perro) y galga (por la parte del carruaje). Y eso que aún hay más: “engalgar” también es aplicar el cable de un anclote a un ancla para ofrecer más resistencia a la corriente en el caso de una nave(2). Así que ¡nos vamos al agua!.
Si un botánico y un escultor embarcan rumbo a Sudáfrica y, durante el trayecto en alta mar, alguien de la tripulación les llama la atención en cubierta sobre la belleza de la estela, tras mirar rápida y asombradamente a su alrededor, ambos darán al marino por loco y se irán a descansar para, quién sabe si volver a verse alguna vez. Espero que de existir esa vez, los tres supieran que, cada uno, pensó en cosas distintas. El escultor se fue a la “estela”, o “monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo”(1) (del griego, vía latina por stela). El botánico pensó que le querían hacer creer que encontraría una “estela” (del latín stella, “estrella”) o “pie de león”, planta herbácea, de la familia de las Rosáceas(2), en mitad del océano. El pobre marino sólo quería señalarles la “estela”, el surco que el barco iba dejando tras de sí(3) (del plural neutro de aestuarium, es decir, aestuaria en latín “agitación del agua”). Está claro que de nuevo el ligero parecido fonético o gráfico arrastró a dos de las palabras primigenias hacia la dominante, como ya hemos visto en muchas ocasiones anteriores. ¿Stela se escribe parecido a stella? pues el pueblo las asimila y ¡que evolucionen igual!. ¿Al oído hispano las derivaciones de aestuaria se le parecían a las de stella-estrella? pues a convertirlas en palabras distintas que se escriban igual… lo peor de esto –que tampoco es para tirarse de los pelos- es marino, botánico y escultor: la incomunicación.
Siguiendo en la mar, pero de nuevo en la costa, un joven grumete no se puede negar a la tarea que le ordena el capitán por peligrosa y por su falta de preparación, si le manda a espiar. El joven se ha visto convertido en James Bond(1) y no le ha gustado la idea, pero el paciente oficial sólo quería que el inepto marinerito tirase junto con sus compañeros del cabo atado al ancla o a algún objeto fijo, para acercase a él(2). El primero goza de ancestral origen gótico y el segundo del marino experto portugués.
Hay quien puede argumentar que los ejemplos inventados de problemas de comunicación derivados de la homonimia relatados en este artículo son de corte menor, poco usuales en un contexto comunicativo completo y, en general, poco frecuentes. Siento desde lo más profundo de mi corazón estar en completo acuerdo con quien piense así. ¡Claro que no es una cuestión como esta fuente importante de falta de comunicación!. Mucho antes, añaden “sal” al estudio del español y sus orígenes, lo han enriquecido y ahora lo analizamos y estudiamos, interesados. Los verdaderos peligros para el español son otros, y son otros también los problemas que le acucian y que deberíamos aprestarnos todos como sus hablantes y custodios a prevenir y arreglar.
Y eso que nos hemos dejado muchas “homonimias en e”, como echar, ecuo, ejemplar, ele, embalar, embalsar, embarrar, embastar, embazar, embocar, embotar, embrocar, eme, empaque, empastar, empaste, empecinado, empeine, empella, enante, encantar, encañado, encañadura, encintar, encuadrar, engolado, enlabiar, enristrar, entallar, enzarzar, era, escapular, escatológico, escobajo, escollar, escurrir, espadón, espárrago, especular, espía, esquila, estomático, estrellar, ético… y alguna más.
¡Qué bonito es nuestro idioma!.
2 comentarios:
Muy bueno el blog, muy interesante. Soy estudiante de Letras - español y literaturas de lengua española - en Brasil y me interesó mucho en contenido del blog. Te felicito, no tan sólo ayudas a los hablantes de español como lengua materna, a nosotros, los extranjeros, también ayudas.
Moito obrigado, Ariane!
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